Hablar

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Despertó al amanecer. A su lado, las mantas estaban intactas. Sesshomaru no durmió a su lado. Tan pronto como se sentó, una chica beduina apareció con un cubo de agua. Le dijo entre risas que se llamaba Hirfa.
Por medio de señas, Aome logró que le llevara unas tijeras. Cortó la parte superior del aba y se lo puso para taparse las piernas. Quedó complacida por haber resuelto el problema de la ropa con tanta facilidad.
Cuando salió de la tienda, media docena de mujeres entraron. El campamento estaba alzado salvo por la tienda en donde durmió la esposa de Sesshomaru. Los hombres estaban reunidos en una fogata mientras sus hijas y mujeres recogían sus posesiones. Sesshomaru agitó una mano y Aome se acercó.

-Ven con nosotros -la invitó. ¿Quieres té?

Sorprendida, se sentó a su lado. Los hombres callaron ya que eso era poco convencional. A una señal -de Sesshomaru, le sirvieron una taza de té. Hubo sonrisas cuando Sesshomaru comentó algo.

-¿Qué dijiste?

quiso saber Aome.

-No es importante. Te aceptan porque yo te acepto aquí.

El té era fuerte y muy azucarado. Varios hombres fumaban y eso provocó náusea en Aome. Se preguntó el motivo ya que el olor del humo nunca antes le molestó. Oyó la conversación melodiosa y la envolvió una especie de paz. Ahora que la confrontación terminaba, quizá podrían hablar.

-Pensé que la gente sólo viajaba en camión por el desierto en esta época .

confesó a Sesshomaru cuando algunos
de los hombres se alejaron.

-Esta es una región de grandes dunas .

explicó Sesshomaru

-. El vehículo de cuatro ruedas que pueda atravesarlas aún no se ha inventado; y aunque existiera, los beduinos no podrían pagarlo. No hay carreteras en el interior ya que la arena pronto las cubriría. En el verano, cuando la tribu permanece cerca de pozos deagua, usan camiones para transportar sus animales y agua; pero al emigrar, en invierno, los dejan con parientes o los venden. Veo que no te acomoda este tipo de vida.

-No quise decir eso .

Aome se tensó.

-En esta época del año suelo pasar algún tiempo en el desierto.

Sesshomaru encogió los hombros.

-- Nos separamos tanto tiempo, que no quise que regresaras a palacio.

-Estoy muy contenta aquí .

le aseguró.

-Las condiciones son espartanas.

-No me importa .

Aome empezaba a fastidiarse.

-Quizá a mí sí .

la miró con ojos entrecerrados.

-Tal vez lo que pasa es que no quieras que yo esté aquí.

-Esta mañana estás demasiado susceptible -suspiró-. Y eso también es mi culpa -se levantó y le tendió una mano. Nos esperan.

En la litera, Aome reflexionó acerca de la conducta de Sesshomaru. ¿Acaso ahora entraba en razón? Por lo
menos, le hablaba de nuevo. Fantástico, se burló, como si fuera gran cosa. ¿Por qué no estás molesta con
él? Tienes todo el derecho de enojarte.
La caravana se puso en marcha y Aome se fascinó al ver los brillantes colores de la arena y las extrañas
formaciones de rocas volcánicas. Cuando el sol estuvo en lo alto, Aome dormitaba. La caravana se detuvo con lentitud. Mover sus miembros adoloridos fue una agonía y Sesshomaru fue a ayudarla. Cuando sus brazos la soltaron, Aome se mareó. Todo se volvió borroso y gris,  y desfalleció.

-Lo siento, no sé qué. . .

Tartamudeó al encontrarse con los ojos dorados que la observaban.

-Esta jornada es demasiado ruda para ti .

Sesshomaru la miró con un poco menos de preocupación. Aome estaba acostada en una tienda provisional para que estuviera a la sombra. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Estaba sudorosa y acalorada y Sesshomaru parecía mirarla con reproche por no haberle avisado que se sentía mal. Pero Aome no se había sentido enferma.

-No llores. De todas las armas femeninas, la que más odio son las lágrimas -murmuró. Y lo peor es que no es un arma contigo.

Pero Aome siguió llorando. ¿Qué rayos le pasaba? A últimas fechas lloraba con demasiada facilidad.

-Aome. . . te lo suplicó .

UNA Y MIL NOCHES DE AMOR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora