Maratón 2/3
Deje el auto estacionado al frente de la casa, no me baje de inmediato, me quede mirando un punto fijo para adelante, sin parpadear, sentia que solo estaba soñando, me dolió como la miraba y le sonreía igual que a mi.
Abrí y baje lentamente del auto, gruñi de la rabia e impotencia, cualquiera iría y los dejaría mal, yo... Yo solamente los dejé, no me voy a meter porque me di cuenta a quien eligió, soy insuficiente para él, un chico como él.
Agarre el picaporte, sabía y sentía que Camila estaba detrás de esta; entusiasmada, esperando a que le diga que estábamos juntos nuevamente, me dejé las gafas y pinte mi mejor sonrisa falsa del mundo y abrí la puerta, como esperaba, ella se encontraba ahí.
—¿Y? ¿Qué pasó? —pregunto con una sonrisa de duda por como entré.
—Necesito ir a descansar, después te cuento ¿dale? —amplio gran hasta lo imposible mi sonrisa y me voy casi corriendo a mi habitación. Me acosté y mire fijamente la ventana, nunca antes había sufrido así por un chico ¿por qué con él si?. Me quedé encerrada, escuchando las llamadas de Camila que las ignore completamente.
Camila:
Llame a Piero para saber si supo algo o mínimo si vio algo que haya hecho que Mía quede así.
—Si, se encerró y no quiere salir, escucho como solloza, no se que hacer... —comento frustrada.
—Amor, calmate ahora le preguntó a Paulo, de seguro pasó algo, no la llegamos a ver acá a ella e incluso Paulo dijo que no vino o bueno, no la vio. —indaga.
—dale bebe, cualquier cosa avisame, se fue igual asique decile capaz que se está haciendo el boludo. —
—¿Hace cuanto más o menos vino para acá? —pregunta.
—Hace como 25 minutos más o menos. —respondo dudosa. —¿Por? —pregunto esta vez yo.
—Mierda. Después te hablo, te amo. —no me dio ni tiempo de despedirme. Corto. Otra vez intenté abrir o hacerle entender a Mía que abra, pero nada, una vez más ignorada.
Piero:
Fui casi corriendo donde estaban Rosario, Paulo y el nene que se fue cuando ella le pidió, los mire serio al ver lo sonriente y juntos que estaban.
—Necesito saber, ¿Qué hicieron cuando llegaron acá? Osea afuera. —cuestione y vi que Paulo se puso rojo y la otra solo sonreía agarrando la mano de Paulo quien lo sacó lentamente.
—Pues... No esque queríamos pero, chape... —responde Rosario, me agarro de la nariz y resoplo decepcionado.
—Ezequiel, necesito que hablemos. —siempre que me enojo con él lo llamo por su segundo nombre.
—¿Ahora que hice? —bufa y empieza a caminar atrás mío hasta estar alejados de Rosario.
Paulo:
—¿Qué querés, boludo? —pregunte cansado, él parecía estar super enojado.
—Mía... —respondió y mire anonadado. —Vino para arreglar las cosas, ¿y que pasó? —indaga dando la vuelta de una manera frenética. —Los vio chapando, lo peor de todo es que ahora no quiere ni escuchar a Camila. —me mira nuevamente enojado. Abro la boca y siento que me voy a morir.
—Mierda, ahora vuelvo. —salgo para la sala y agarro las llaves de la camioneta cuando estoy por salir me agarran del brazo.
—Yo voy con vos. —negué. —Dale... —hace puchero.
—Solo soltame, después hablamos. —me safe de su agarre y salí de la casa cerrando con un portazo.
Al entrar al ascensor se me vino en la mente el beso en Buenos Aires, cosa que hizo que se forme una mini sonrisa en mi cara que se esfumó al creer que la cague nuevamente con ella.
Al bajar y emprender el viaje, llegue a los 20 minutos, baje, asegure la camioneta y fui a tocar la puerta, que abrió Camila.
—Paul... —no deje que termine porque fui directo a la habitación y toque desesperadamente la puerta.
—Camila, ¿No entendes que no quiero hablar? —responde, Mía a mis ruidos.
—Soy yo... Paulo... —me pegue a la puerta, sentí que suspiro.
—¡déjenme! —grita desde el otro lado.
—Dale boluda... —súplica Camila al lado mío.
—Solo quiero que venga una persona... —concluye, justo escucho que se abre la puerta y suben la escaleras.