Capítulo 2°: Tormento

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—¿Mami? —la suave voz de Helena consiguió que mis ojos tuvieran la fuerza de voluntad para dejar de seguir a su padre.

Era algo bueno que la niña me siguiera queriendo luego de toda la mierda por la que los estaba haciendo pasar, era bueno que se lanzara en mi contra para abrazarme pese a todo, porque si no tuviera el cariño de nuestra pequeña hija no estaba segura de ser lo suficientemente fuerte como para seguir adelante con todo esto.

La abracé de vuelta y enterré mi rostro en su alborotado cabello, olía a niña, a limpio, a inocencia y a... a Bal.

Sonreí contra nuestro abrazo, suponiendo que había dormido juntos luego de la mala noche que los había hecho pasar y deseando más que nada haberme unido a ese sándwich de amor. Hubiese sido infinitamente mejor dormir con ellos al haberme atormentado toda la noche, sintiendo como todo lo que más quería se encontraba a tan solo unos pocos metros y, sin embargo, era inalcanzable para mí.

—Es algo temprano para venir a buscarla y tampoco pensaba usar la camioneta el día de hoy —dijo Bal, acercándose a nosotras y por inercia tomando las bolsas que traía en mis manos.

—En realidad —dejé de abrazar a Nena para ponerme de pie, pero sin soltar su pequeña mano, si no hubiese sido porque ya estaba demasiado grande para que fuese sano para mi columna, la habría alzado en mis brazos—, vengo de hablar con la nieta de la señora Carmen para que reestablezcan los servicios en el departamento de junto, voy a arrendarlo por el tiempo que me quede antes del viaje. Estaría cerca de Helena, dejaría de molestar a Nash y su familia y Montse tendría una arrendataria temporal. Todos ganan.

—Menos yo —respondió tan borde como siempre, frunciéndome el ceño y tratando de relajarlo cuando recordó lo mucho que me gustaba esa expresión suya.

Muchas de nuestras peleas habían terminado conmigo saltando sobre sus huesos enojados, ese ceño fruncido funcionaba como una especie de afrodisiaco para mí y tenía la ligera sospecha que más de una vez lo había utilizado a su favor.

Pero no está vez, esta pelea era seria y suponía nuestro término definitivo.

Como me odiaba por cada estupidez que le había dicho buscando este distanciamiento, pero por encima de todo, odiaba la mujer que había poseído mi cuerpo el día de nuestro aniversario, hace seis meses y realmente había jodido esta situación contándole toda, o gran parte, de la verdad a Bal, justo después de lo que se suponía había sido el sexo de reconciliación más salvaje de la historia.

Esa versión de mí misma, había sido una chica ingenua que creía que podía conservar a su familia y salvar al mundo, todo a la vez. La vida me había dado un portazo de realidad esa misma mañana, justo antes de que Bal despertara y escuchara una conversación telefónica que fue todo lo que hacía falta para darme cuenta de lo tonta que en realidad era.

—¿Vas a vivir aquí? —Nena parecía emocionada y eso llenaba mi vacío pecho.

—Voy a ser tu vecina, mariposita, podremos vernos cuando queramos y, si papi necesita salir, yo puedo cuidarte. Será casi como antes, algo así como tener un hámster nuevo.

Bal no pudo resistirse y me frunció el ceño mientras Nena hacía su versión del baile de la victoria a mí lado.

—Vamos a hablar de esto —me advirtió, a lo que yo solo me encogí de hombros, imitando su respuesta universal.

—¿Puedo llevarme a Nena para que desayune conmigo?

—No sabes cocer ni un huevo, Sofía.

Sí, definitivamente se había molestado con mi decisión, por lo general no se metía con lo que sabía o no sabía hacer, no me cuestionaba, solo me dejaba a Helena tratando de ni siquiera mirarme. En eso se había transformado nuestra relación este último tiempo y este cambio no era agradable, pero sí refrescante.

Intercambio de Corazones 6.5#LRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora