Miami parecía un lindo destino turístico en los programas de tv, y lo era, cuando no había tormentas caribeñas de verano y alertas de huracanes, el lugar tenía un clima... particular, en mis primeros días en la ciudad quise compararlo con Rio o con Brasilia, los lugares del país natal de mi osito que habíamos visitado en familia, por la humedad y el calor, pero esto era totalmente distinto.
Había disfrutado de las lluvias en verano en Brasil, donde nunca parecía hacer frío, pero el vendaval que hacía que mi vestido replicara la icónica escena de Miss Marilyn en "la tentación vive arriba", no tenía nada que ver con eso. La lluvia en Miami se movía en la misma dirección que el fuerte viento y golpeaba mi piel expuesta como si se tratara de los pequeños misiles en una guerra de hormigas.
—Jodidas tormentas tropicales —me quejé, cobijándome bajo el arco de la casona en donde me estaba quedando, lo que no sirvió de mucho dado que el viento seguía soplando.
Rebusqué en mi empapado bolso ese juego de llaves que sería mi única salvación, casi entrando en pánico ante la posibilidad de que se hubiesen quedado en el sitio en donde había estado.
—Maldita sea —no quería salir del pequeño refugio que me ofrecía esta especie de cobertizo para darle rodear toda la casa y entrar por las puertas del jardín, el viento podía llevarme como una insignificante cometa.
¿Alguien escucharía si tocaba el timbre? ¿O pensarían que era sospechoso que volviera tan temprano de su cita con uno de los candidatos a marido, sin sus llaves? De seguro y llamarían a su abuelo para darle un informe detallado, entonces él sabría que en realidad nunca llegó a la cita y tendría que inventar una excusa de mierda para que no la amenazara con matar a un cachorrito o buscar a su familia por cielo, mar y tierra para hacerles algún daño.
Era más probable lo del cachorrito, no iba a encontrar a Bal ni a Nena, aunque pusiera a todo su ejército de matones en ello. Lo que no quería decir que quisiera arriesgarse a que eso sucediera.
Pero entonces un milagro sucedió y la puerta principal se abrió, revelando a Samuel, el único empleado norteamericano que tenía la casa. No estaba segura de que fuese algo que le conviniera demasiado, todos quienes estaban en la casa eran empleados de su abuelo y los llamaba así solo por lo mucho que le desagradaba sus verdaderas condiciones de trabajo.
Estaba rodeada de personas que había sido engañas y traídas a este país con falsas promesas, pensar que terminar en su casa era el mejor destino al que podían aspirar, le revolvía el estómago, y aun así estaba imposibilitada para ayudarlos porque lo que fuera que saliera de sus labios, podía ser usando en su contra. Ellos tenían la obligación de darle reportes diarios de lo que hacía o no hacía a su abuelo psicópata.
—Señorita Davis —la saludó el hombre rubio, el cual aún no podía averiguar su función en la jerarquía de empleados.
¿Qué hacía Samuel además de pasear por ahí, pese a su cojera, y fingir que sacudía uno que otro mueble? Quería decir que, espiarme, como todos los demás, pero él había sido el único capaz de acercarse a mí para socializar, aunque solo fuese para hablar de cosas triviales como la arquitectura la de la casa o la historia de Miami; sabía que no podía ser otra cosa que un peón más, entonces ¿Por qué cada vez que venía a visitarla su abuelo desaparecía como por arte de magia?
Es más, comenzaba a sospechar que era un fantasma, a veces parecía como si solo yo lo viera, como si lo encontrara en los momentos exactos en que necesitaba ayuda, como este.
—Sigo sin acostumbrarme a ese apellido —comenté, quitándome el abrigo y pasándole el paragua que se había roto por el viento.
—Su abuelo llamó hace unos minutos, dijo que pasaría a visitarla para saber cómo había resultado su cita.
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Intercambio de Corazones 6.5#LR
ChickLit¿Cómo explicar que, no quieres, pero debes dejarlos? ¿Cómo hacer que entiendas que no es que hayas dejado de amarlos, sino que es por lo mucho que te importan que tienes que hacer esto? No puedes, no debes decir nada porque intentaran detenerte, q...