Capítulo 15°: Funeral.

405 36 12
                                    

Limpié mis manos pasándolas por encima de la tela que cubría mis muslos, todavía temblaban, todavía sentía temblar mi cuerpo entero y no era lo suficientemente capaz para ordenar mis ideas y ver cómo podía arreglar esto.

¿Había alguna manera? ¿Se podía retroceder en el tiempo y cavar un agujero lo suficientemente profundo para esconderme? Esconderme antes de conocer a Bal, antes de que toda esta bomba explorada justo frente a mi rostro y llevar a todos los que amo conmigo al infierno.

Sentía mi corazón acelerado y la persistente sensación de mareo con esas interminables ganas de vomitar y esperaba, con todo mi ser, no estarle haciendo daño a mi bebé con todo el estrés y la angustia que sentía en este momento.

Me mojé la cara y miré mi reflejo en el espejo, tratando de no odiarme por todo lo que estaba sucediendo y cómo estaba sucediendo. No era mi culpa, tenía que repetírmelo una y otra vez.

Salí del baño y caminé hacia donde había dejado a mi abuelo, el anciano era todo ojos inexpresivos y maldad, pura y llana maldad.

—Tardaste —dijo con una sonrisa tan fría como el ártico—, ya va a ser nuestro turno.

—Debería poder entrar sola, esto... es algo íntimo y, simplemente, lo preferiría así —me sentí orgullosa de que mi voz no hubiese vacilado ni un poco.

—Puedes hacer lo que quieras, nieta, mientras no vuelvas a tratar de engañarme. Eso no va a resultar bien para ti, ni para nadie.

Sabía que por nadie se refería a Bal y Nena, aún no había querido confirmar nada, pero estaba segura de que él sabía que ellos me habían seguido hasta aquí y, si le quedaba alguna duda, estábamos a punto de resolverlo.

—¿Sofía Davis? —llamó una enfermera desde la consulta del obstetra.

Apreté el pequeño bolso que traía en mis manos y la seguí dentro, sin Bal, si Nena, sin la felicidad que debía sentir cuando estaba a punto de escuchar los latidos del corazón de mi bebé por primera vez, porque había sido arrojada a esto, había sido forzada a esta situación.

Estaba prácticamente en modo de piloto automático mientras el doctor me hacía las preguntas de rutina sobre mi último período y los síntomas que había estado sintiendo estás semanas antes de pasar a la camilla y levantarme el vestido, bajar mis medias y dejar que el frío gel de deslizar por la totalidad de mi bajo vientre, facilitando el trabajo de la máquina que se presionó contra mi piel.

Conocía el procedimiento, lo había vivido antes, y aun así no dejó de impresionarme ver la pequeña cosita que estaba creciendo dentro de mí. Dejé que unas pocas lágrimas escaparan, porque había deseado tanto hacer esto con Bal aquí, con Nena mirando por primera vez a su hermanito.

—Sus latidos son perfectos, será un bebé sano y fuerte —me felicitó el doctor—. El tamaño y desarrollo indican unas ocho semanas, lo que coincidiría con la fecha de su último período.

—Ocho semanas —repetí en un suspiro.

El lado positivo era que había tenido razón en cuanto al tiempo que tenía ¿el lado negativo? Me abuelo se daría cuenta que llevaba menos tiempo embarazada del que estaba viviendo en el país. Podría decirle que el bebé no era de Bal, podría mentirle haciéndolo creer que alguno de sus excandidatos a comprador se había pasado de listo, pero tenía el ligero presentimiento de que no se lo creería.

¿Y qué iba a hacer ahora? Él ya no quería casarme con nadie, quería un maldito legado, quería una pequeña y frágil mente para moldear a su imagen y semejanza, por eso quería a Helena, por eso me había dicho que mi libertad estaba al alcance de una inseminación artificial y tuve que decirle la verdad.

Intercambio de Corazones 6.5#LRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora