Capítulo 17°: Amor Completo.

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¿Había algo mejor que despertar con besos en el cuello? Sí, lo había, y eso era despertar con besos en el cuello y con las enormes manos de Bal amasando mis pechos en busca de algo más que caricias matutinas.

—Pensé que me ibas a asaltar sexualmente apenas fuera medianoche, te tardaste, osito —comenté entre risas mientras él bajaba mis bragas y se deshacía de ellas.

Ni siquiera traía puesto su pantalón de pijama, así que podía concluir que todo esto había sido un plan fríamente calculado.

—He estado contando las horas y los segundos y, exactamente, son cuarenta días en este instante.

—¿Brunito nació hoy hace exactamente cuarenta días? Debe ser un bebé feliz al saber que su papi lleva tan detallada cuenta.

Mi comentario lo hizo gruñir y luego fui yo quien terminó gruñendo, o algo así, cuando sus dedos se colaron entre mis pliegues y comenzaron a tocarme en todos los lugares donde me gustaba.

Los besos de Bal fueron bajando a medida que sus caricias se iban haciendo más efectivas, logrando que todo ahí abajo estuviera mojado y listo para lo que quisiera hacerme; mientras me aferraba a su sedoso y largo cabello tenía claro que lo que él quería también era lo que yo quería, o sea, a su ancha lengua dándose un festín con mi sexo, recorriendo todos sus rincones y llegando tan profundo como le era posible antes de cambiar de objetivo e ir por mi clítoris.

Tuve que morder la esquina de una almohada porque la idea no era despertar al bebé y que todo acabara antes de empezar.

Jalé el cabello de Bal con un poco más de fuerza para que volviera a subir por mi cuerpo, esta no era una oportunidad que pudiéramos desperdiciar con algo que ya habíamos estado haciendo durante todo el mes, me encantaba sentir su boca en mis partes íntimas, pero hoy era el día en que podíamos volver a la acción, a la verdadera acción y estaba lista para que empezáramos.

Mi osito se quedó prendado de mis pechos, bajándome el camisón hasta liberarlos de su cárcel de seda y comenzar a besarlos mientras sus manos iban separando mis muslos y presionando su enorme miembro contra la resbaladiza entrada hacia el cielo.

—No hagas ruido —me pidió, empujando centímetro a lento centímetro, dejando en paz mis pezones para besarme en la boca o intentar callarme, sea lo que sea, era estaba funcionando para mí.

—Te extrañé tanto —gemí, agarrando su culo duro con ambas manos y disfrutando de la manera en que ejercitaba esas nalgas a medida que empujaba, se retiraba y volvía a empujar.

—No más bebés, mariposa. Me encanta como te ves toda hermosa y redondita y como crecen tus pechos y lo insaciable que te pones, pero siento que nuestros hijos se ponen de acuerdo para interrumpirnos en la mejor parte, siempre.

—No más bebés —estuve de acuerdo—, ya somos una linda y gran familia, no necesitamos más. Ahora, por favor, fóllame un poquito más fuerte.

—Van a despertar y los vamos a traumatizar —insistió, moviéndose solo un poquito más fuerte.

—Brunito es por el único que tenemos que preocuparnos y no se va a acordar de nada —empujé su pecho fornido para que se levantara y cambiáramos de posiciones, Bal no iba a olvidarse de sus reservas de padre consciente sin un poco de ayuda.

Ya no había una enorme panza que nos impidiera hacerlo en la posición que quisiéramos, pero había algo en la vaquera y en la movilidad que les daba a las manos de mi osito para tocarme en todos los lugares donde me gustaba mientras lo hacíamos que le tenía muy cerca del top #1 de posiciones favoritas.

Quien seguía encabezando esa lista era la postura en donde Bal me amarraba como un ternerito en rodeo y bombeaba duro y profundo dentro de mi cuerpo desde atrás, pero solo habían pasado cuarenta días desde que di a luz y las cosas tenían que ser suaves por el momento, era la primera vez que estaban juntos de esta manera en más de un mes y algo, era difícil, pero lo había recomendado el doctor.

Intercambio de Corazones 6.5#LRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora