Lo primero era hablar con sus padres y afrontar lo que tuviera que afrontar. Quizá él estaba cambiando por dentro: nadie salía de una experiencia como esa sin que quede marcado.
Definitivamente no se puede hacer un juramento como el que habían hecho, por muy cursi que pareciera, con sacerdote y corazón en mano, sin que cambie el ser, el alma. Quizá aquella rosa que se quebraba significaba el cambio que causaría en Minseok, o en él mismo. ¿Debió haber peleado para que no se fuera?, ¿Era su deber en aquel momento? ¿Cuál era su deber? Tenía tantas dudas. Supo que jamás tendría más respuestas que aquellas dudas.
Entró a la casa y se dirigió al comedor, buscando a sus padres.
No estaban.
Quizá no querían verlo, así que no insistió mucho. Lo menos indicado en ese momento era buscar discusiones, sabía muy bien que sus padres estaban molestos con él, y que muy probablemente era él la causa de la supuesta separación.
Recordó a doña Mi, fue a buscarlo pero en la cocina no había nadie. Al fondo se escuchaba el murmullo de las empleadas. Se asomó en la habitación de los llantos, unas cuantas callaron y las demás siguieron cual tal. Otras, incluso, lloraron más fuerte.
No pudo creer lo que pasaba, allí estaba Doña Mi en su cama con todas las otras alrededor. Mei era una de las que más lloraba, mientras Park Yoo Na las miraba completamente callada y seria. Al verlo en la puerta les ordenó a todas que se salieran
—Entre — le dijo, como si fuera una orden – Si yo hubiera hecho algo más posiblemente esto no hubiera pasado, o no hubiera llegado tan lejos. Su mamá ahora si se volvió loca.
—¿Qué pasó con mi madre? — preguntó
—¿Ya le habían contado del bebé, verdad? el que murió — aquella iba a ser una explicación larga.
—Sí, de los celos de Doña Yeon Soo y eso.
—Pues sí — dijo acomodándose un poco sobre las almohadas para poder verlo mejor — si ella jura que esa mujer y su papá tenían algo, imagínese el hijo y usted... ustedes saben bien lo que hicieron. Su mamá regresó a la capital.
—Pero Yeon Soo me dijo que ella se fue de una vez
—Sí, así le dijo a su papá. No es la primera vez, no se preocupe por eso. Lo que preocupa son los rumores de afuera, a veces son más ciertos que lo que dice la gente de frente.
—¿Qué rumores?
—No sé si contarle joven. La verdad es que aquí ya todo está patas arriba y yo siento que ya no doy más. Pero si no lo cuento siento que me voy a morir.
— Cuénteme
— Dicen que sus papás ya tienen días de estar discutiendo y peleando. — Prosiguió — las cosas en la finca no están muy bien. Parece que las cosechas no se han estado vendiendo, y después de las lluvias de este invierno, no salieron las mismas verduras que antes, ahora son menos, y el ganado tampoco está produciendo suficiente leche para el queso. En fin, la cosa es que la finca no está produciendo mucho para mantener a tanta gente; al menos eso dice su mamá. Ay, mijo – se lamentó – pero su papá viera, en su corazón tan noble, no quiere ni va a despedir a nadie. Esto a su mamá le molesta demasiado. Yo no quiero juzgar joven Jongdae, pero su padre es de mejor corazón que ella. Para ella estar metida en estas tierras le recuerda su perdida y, en su mente, la aventura de Yeon Soo con su papá.
Según doña Mi, su madre sospechaba que Minseok era hijo de su padre. Pero Doña Yoo Na lo tranquilizó diciendo que no creyera que aquello fuera cierto.
Ahora comprendió un poco mejor, él no estaba dispuesto a interrumpir el largo monólogo de doña Yoo Na, al parecer ella también lo prefería así. Que callara y que escuchara.
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Botones de azúcar /Adaptación.
Hayran KurguKim Jongdae es un chico sin complejos, es carismático e hijo de una pareja de finqueros con quienes apenas cruzan un par de veces al día en la enorme mansión. En cierto punto de su vida, la inociencia se ve trastocada por el irrumpimiento de un amor...