🌹Capítulo 5🌹

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Ana

Eran pasadas las dos de la mañana y apenas nos dirigíamos a la mansión de Sebastián, él quien venía muy ebrio sentado a mi lado. Las ventanillas del auto iban abajo, ya que él venía fumando. El olor del cigarrillo me molestó, pero después de cinco de ellos logré acostumbrarme al olor.

Solté un suspiro y clavé mis ojos en el exterior, a pesar de ser de madrugada, Guadalajara no dormía, había autos en las calles, personas divirtiéndose, lo normal. Los envidiaba, quizás pude disfrutar de esta noche si no hubiera encontrado a esa mujer en los baños. Su rostro no se me olvidaba, tampoco la manera en la que me miraba, como si yo le gustara y al mismo tiempo me odiara. Extraño, mas no lo comenté con Sebastián, ¿qué caso tendría? Además, al volver a su lado lo encontré en muy buena compañía y un poco más ebrio de lo que debería. Prácticamente tuve que ayudarlo a caminar hasta el auto e incluso así, él siguió bebiendo, una botella de Jack Daniel's era apretada por sus dedos y llevada a su boca de tanto en tanto. Vaya que le gustaba beber.

—Sebastián, creo que ha sido suficiente alcohol. —Estiré el brazo e intenté quitarle la botella, pero él me sujetó de la muñeca, causándome daño.

—¿Quién coño te crees? —Increpó. Me soltó displicente y un poco asustada retrocedí sobre el asiento.

Su chofer me lanzó una mirada por el retrovisor, negó y efectuó una mueca. Comprendí enseguida lo que quiso decirme. Era mejor no inmiscuirme en los asuntos de Sebastián.

Tiempo más tarde por fin llegamos a la mansión. Bajé del auto sin esperar que el chofer abriera mi puerta. Enseguida salieron dos hombres de la casa, los mismos que yo no conocía y ayudaron a Sebastián a bajar del auto, a duras penas lograba mantenerse en pie, la botella seguía en su mano y no daba indicios de querer soltarla.

—Deberían quitarle esa botella —sugerí al estar dentro. Ellos dejaron a Sebastián sobre uno de los muebles.

—Es un caso perdido, señorita, él no la soltará —me respondió uno de ellos.

—¿Qué mierda miran? Largo de aquí —exclamó Sebastián, arrastraba las palabras.

—Vaya a descansar, nosotros nos quedaremos con él —Se dirigió hacia mí el más alto de los dos. Parecía ser quien tenía más experiencia en estas situaciones.

—¿Están acostumbrados a esto? ¿Acaso siempre es así? —Cuestioné totalmente asombrada con el comportamiento de uno de los abogados más serios y respetables del país.

—Sí, es un alcohólico y no cambiará —contestó con resignación. Oírlo me entristeció, no lo conocía y era un patán, pero jamás fui de desearle el mal a los demás, a excepción de mis padres.

—Por favor, cuiden de él —pedí, preocupada.

—Tranquila, señorita, es nuestro trabajo. Buenas noches.

—Buenas noches.

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Ignoraba que hora era, pero llevaba un buen tiempo dando vueltas sobre la cama, una y otra vez. Me resultaba imposible conciliar el sueño, si bien, aunque sentía el cansancio presionando fuertemente contra mis párpados, no podía dormir.

Clavé mi mirada en la ventana, parecía que afuera todo se volvió más oscuro, incluso cuando podía asegurar que no faltaba mucho para que amaneciera. Apreté mis parpados, sin embargo, un ruido fuerte me hizo abrirlos de golpe. Asustada, me incorporé de la cama, el golpe resonó de nuevo, provenía de la puerta. Avancé hacia ella y la abrí con rapidez, entonces, Sebastián cayó a mis pies, una botella vacía rodó por el suelo haciendo un sonido molesto.

Matices del corazón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora