🌹Capítulo 7🌹

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Ana

Sus delgados labios se fruncieron en cuanto me vieron. Cruzó sus brazos frente a su pecho y movió la cabeza en gesto negativo. Suspiré y dejé caer de golpe mis hombros.

—No me gusta —expresó tranquila. La misma frase que venía diciéndome desde hace dos horas.

—Vamos, Gabi, este está bien —dije cansada.

—No, es muy verde vomito —expresó con una mueca desagradable en su cara. Reí un poco.

—Bien, pero el siguiente será el último—aseveré tajante.

Di media vuelta y volví al probador por el último vestido que pensaba probarme hoy. Habíamos recorrido varias tiendas de la ciudad, unas caras, otras no tanto, en ocasiones solo bastaba con saber vestir bien. Conocía mujeres que pagaban miles de pesos en ropa y al final ni siquiera la lucían.

Me probé varios vestidos, pero ninguno convencía a Gabriela y su opinión era la única que me importaba. Sebastián me dio una tarjeta de crédito con la que pagaría todo esto, además de permitir que Gabi me acompañara de compras, de verdad lo agradecí.

Entré al probador y me deshice del vestido verde vómito y cogí uno en color vino. Era precioso, escotado de manera sensual y discreta, hombros y parte de mi espalda al descubierto, tela fina y cernida a las curvas de mi cuerpo. De primera vista me gustó bastante y esperaba que mi pequeña hermana pensara igual. Todo lo que tuviera que ver con la boda no me emocionaba.

Cuando me atavié en él y me quedé de frente al espejo, supe que era el vestido ideal, con un buen peinado, maquillaje y accesorios, luciría fenomenal. Enseguida salí del probador y me postré delante de mi pequeña jueza. Su sonrisa encantadora me hizo saber que este sería el vestido.

—Perfecto, Ana, es muy bonito y te ves hermosa. —Solté una exhalación de alivio.

—Muy bien, cariño, entonces este será.

No perdí tiempo, regresé al probador y me cambié rápidamente; acto seguido, escogí las zapatillas, un bolso y joyería. Sebastián me dijo que no escatimara en gastos y es lo que haría.
Mientras veía aquellas joyas de diamantes y oro a través de la vitrina de cristal, una idea fugaz cruzó por mi cabeza, una idea que no me pareció tan mala después de todo y que me serviría para escapar de aquí con Gabi. Si Sebastián me estaba usando, yo podría devolverle el favor.

—¿Señorita? —Parpadeé un par de veces y miré a la mujer que me hablaba— ¿Va querer algo más?

Tragué saliva y evalué nuevamente mis opciones. Vi un collar de diamantes y un brazalete de oro blanco con diamantes rosas. Ambos eran preciosos y muy costosos.

—Sí —contesté decidida—. Quiero el collar de diamantes y el brazalete —le señalé cada uno. Su sonrisa se ensanchó ante mi decisión, obviamente se llevaría una cuantiosa comisión.

—Perfecto.

Asentí y caminé hacia la caja para pagar. Sin embargo, al buscar a Gabi en el sillón donde le pedí que esperara, no estaba. El pánico me invadió y volví el rostro de un lado a otro por la tienda que estaba casi vacía y sumida en un silencio sepulcral.

—Gabi —la llamé avanzando de prisa por las pilas de ropa correctamente acomodada—. Gabi, ¿dónde estás? No es gracioso, cariño.

Respiré con profundidad y me esforcé por no entrar en pánico. Casi corrí por la tienda sin encontrar rastro de mi hermana.

—¡Gabi! —grité esta vez, llamando la atención de los empleados.

Comencé a temblar y un vacío me atenazó el estómago de forma abrupta, haciéndome sentir nauseas. Mi respiración se aceleró y el miedo se hizo presente, tan nítido y escalofriante mientras el rostro de la mujer que vi en el baile asaltó mi cabeza sin saber por qué.

Matices del corazón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora