Ana
Gabi estaba profundamente dormida entre mis brazos, llevaba una hora así y me negaba a despertarla, contemplaba la tranquilidad de sus rasgos y lo protegida que se hallaba a mi lado.
Hoy fue un buen día para ambas, hacía mucho que no me divertía así con ella, a pesar de que en casa siempre estábamos juntas, la presencia de nuestros padres era como una nube oscura sobre nosotras, consumían toda luz. Pero hoy fue distinto, el agotamiento la venció, jugamos toda la tarde, nadamos en la piscina, cenamos juntas y dibujamos un poco. Al final me pidió que le contara un cuento, lo cual hice y aquí estaba el resultado.
Mis dedos se deslizaban por su cabello que tenía el mismo color que el mío.
Era tan bonita, ambas nos parecíamos mucho, aunque por supuesto, ella era más hermosa. Besé su mejilla y sonreí sincera sin dejar de acariciarla.
Gracias al cielo Sebastián no salió de su despacho en todo el día, así que pudimos andar libremente por la casa, sin embargo, mi suerte ya había durado demasiado. Parecía que lo invoqué tan solo al pensarlo, porque en cuanto alcé la vista, Sebastián se encontraba frente a mí. Se cambió de ropa, vestía más formal y me dio la impresión de que saldría, mas no pregunté. Lo que hiciera con su vida no me importaba en lo más mínimo mientras no me afectara.
—Es hora de que se vaya —avisó con indiferencia, acomodaba los puños de su camisa de vestir.
—¿Podría quedarse? Por favor, Sebastián —supliqué esperanzada. Efectuó una mueca.
—No es mi decisión el que se vaya, tus padres fueron muy específicos en lo que respecta a Gabriela, no puedo hacer nada, podrás verla solo bajo sus condiciones —explicó y noté cierto pesar en su voz.
—Y las tuyas, ¿no? —Espeté. Una sonrisa ladeada surcó sus carnosos labios.
—Exacto. Vas entiendo como funcionan las cosas. Obedeces y sigues las reglas, y yo doy la cara para lograr que tu hermana venga a esta casa. —Fruncí los labios.
—¿Al menos puedo ir a dejarla? —Su risa burlona me hizo saber la respuesta.
—¿No escuchaste nada de lo que dije hace un rato? No saldrás de aquí a menos que sea estrictamente necesario.
Guardé silencio y no insistí más. No tenía caso gastar mis energías con él.
—Eres tan repugnante, cuando te conocí, me mostraste una faceta totalmente distinta.
Su mirada desprovista me hizo saber que le daba igual lo que yo pensara de él.
—Estoy acostumbrado a manipular a las personas para que hagan lo que yo quiero. Podría mostrarme como un caballero ante ti la primera vez, pero eso no significa que en realidad lo sea —explicó.
—Entonces solo eres una mentira, usas una máscara todo el tiempo. —Se encogió de hombros totalmente despreocupado.
—Es mejor que entiendas que la mayoría de las personas son falsas, aprende a no confiar en lo que sus acciones reflejan.
Aparté la mirada y no le respondí. No quería seguir manteniendo una conversación con él.
—El chofer la llevará. Yo saldré, no llegaré temprano.
—Como si me importara a qué hora vas a llegar —escupí por lo bajo, sin que tuviera la intención de que me escuchara. Mis impulsos no los podía controlar.
—No tientes tu suerte, ni mi paciencia, Ana, no es infinita.
Lo ignoré y desperté con cuidado a Gabi para no asustarla. Soñolienta, frotó sus ojos y me miró un tanto desubicada.
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Matices del corazón ©
ChickLitAna tiene un secreto, uno que guarda celosamente. Su vida gira en torno a su pequeña hermana Gabriela, pero eso cambia cuando Sebastián Gallardo irrumpe en su vida. Bajo un trato, ella se ve obligada a contraer matrimonio con él, volviendo del infi...