Una última hora.

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(Anastasia, dimensión humana)

-¡No me importan sus avances, me importa mi hija!- gritó con furia la madre de Abril, mientras miraba con el ceño fruncido a uno de los muchos oficiales que le habían visitado en los últimos días.

Ella ya estaba harta de todas esas visitas de policías diciéndole que los avances no eran demasiados; eso sin tomar en cuenta las visitas motivacionales de muchos vecinos o de algunas personas que conocía. No le molestaba tener apoyo, pero en circunstancias como estas un "Suerte" no es lo mejor.

-Señora, por favor, cálmese, hacemos todo lo que podemos- contestó el policía, mientras se preparaba para recibir más gritos de la señora.

-¡Me dicen eso desde que los llamé!

-Es todo lo que podemos hacer

-No es suficiente

En ese momento, Anastasia abrió la puerta de su casa y le indicó  los oficiales que se marcharan, su tono de voz era más exigente que agradecido, incluso, en el momento en que sus voz se escuchó, parecía que los estaba echando y no que los estuviera despidiendo.

Con gran indignación, los oficiales salieron de la modesta casa y se fueron a la estación de policías, cosa que ya era habitual en su rutina diaria.

En cuanto se marcharon, Anastasia tuvo una gran necesidad de descargar su enojo contra algo, y ese algo fue lo primero que vio. Un precioso florero hecho de una finísima cristalería se vio cayendo y rompiéndose en cientos de pedazos, que ahora descansaban sobre el suelo. Todavía con agua en el interior y un par de rosas que ya se estaban marchitando.

Anastasia respiraba con brusquedad y miraba el desastre que había hecho, tuvo que recargarse sobre la pared y posar su mano sobre su pecho. Poco a poco se fue tranquilizando y al final tuvo que dejarse caer al suelo y permitirle a las lágrimas salir.

Pasaron unos largos minutos cuando ella misma se decidió a levantarse y alzar todos los cristales rotos, además de secar el agua y deshacerse de las rosas.

Mientras terminaba de secar el piso, no pudo evitar preguntarse si sus sospechas eran ciertas, su hija podría haber desaparecido para siempre; para ella, Abril había sido secuestrada, y temía no verla nunca más. Se sentó sobre el sofá y cada par de segundos miraba el teléfono, no sabía qué quería lograr con ello, pero al final marcó.

Un número que no había utilizado en años, y que en el pasado, había esperado olvidar por completo, pero cada dígito permanecía fresco en su mente. Tardaron en contestar.

-¿Hola?

-Es sobre Abril... ¿Qué?... no me interesa, deberías ayudarme.... ¿¡Cómo!?.... no es posible... pero... pero... ¡Si es tu hija!- esto último lo dijo con todas las fuerzas que pudo, pero no fue suficiente, pues la respuesta resultó negativa.

Anastasia colgó de golpe, ahora sus esperanzas estaban más bajas de lo que habían estado nunca, pero las lágrimas no se hicieron presentes, todo lo contrario, Anastasia tuvo que subir a su cuarto y recostarse sobre su cama, esperando que se quedara dormida, y al despertar, Abril apareciera.

* * *

(Dana, dimensión quimérica)

-Están por acabar lo juegos- dijo Dana, sin emoción aparente.

-Lo sé- le contestó Marcie, mientras se acomodaba en su cama y se cubría del frío con una fina manta de seda.

-¡Podrías hacer algo además de quedarte ahí arrumbada!- gritó Dana, esperando que eso hiciera reaccionar a Marcie

Los juegos de Mohamed [Crónicas de Abril #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora