Capítulo 31

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Mierda, me había descubierto. Ya no valía la pena seguir fingiendo.

—¿Qué me van a hacer?—abrí los ojos de repente. La profesora estaba sentada en una silla, al lado de la camilla. Anotaba cosas en un cuaderno.—Respóndeme.

—Sólo te vamos a sacar unas muestras de tu cerebro.—contestó lo más calma posible. Ese uniforme de médica la hacía ver muy profesional. Mientras que yo, aún no salía de mi asombro.

—¿Muestras de mi cerebro?

Sonrió simpáticamente. No sé si hablaba en broma, o era verdad. De lo único que estoy segura es que estoy un callejón sin salida.

—Bueno, no exactamente. Sólo necesitamos hacerte un análisis, para ver si eres compatible.

—¿Compatible? ¿De qué hablas?—ya me estaba alarmando. Miré que en mi brazo, aún seguía la jeringa del suero. ¿Cómo podía escapar de aquí?

—No estoy autorizada en dar más detalles.

Como siempre...la misma excusa que Sehun también daba. Hablando de él, ¿dónde carajo estaba para defenderme, para impedir que suceda todo esto? Pero no...yo solita debía salir de aquí.

—Perfecto. ¿Cómo iniciamos?—me hice la hipócrita. La única forma de escapar era tratar de convencer al enemigo.

—Tus pruebas de sangre están listas.—confirmó con una gran sonrisa...y a mí sólo me daban ganas de destrozarle todos los dientes.—Ahora, tengo que colocarte la anestesia, para que empiece a dar efecto. ¿Me esperas un segundo?

Asentí con la cabeza, y esperé a que se dé vuelta. Luego, se dirigió hacia un armario para buscar algo. Entonces, aproveché...era ahora o nunca.

Me saqué el maldito suero del brazo con tanta fuerza y, al hacerlo, bastante sangre salpicó en mi antebrazo. Lancé un quejido, y Kim se dio cuenta.

Pero justo cuando se acercó a mí furiosa y con ganas de matarme, yo reaccioné primero. Me levanté de la camilla rápidamente, y aunque me costó, pude levantar el palo del suelo. Golpeé la cabeza de Kim, y ella calló al suelo.

La adrenalina y el miedo eran tan impresionantes, que no me importó lo que hice después.

Para asegurarme de que estuviera bien muerta, golpeé el palo repetidas veces contra su cabeza, hasta que sangre empezó a salir de su frente.

Dios. Creo que la maté.

Entonces, unas sirenas de emergencia se oyeron a lo lejos. ¿Tan rápido iban a venir por mí?

Salí corriendo antes de que enfermeros vengan y me atrapen. Corrí, y corrí...tan velozmente como en el bosque. Pero la diferencia era que estaba en un hospital totalmente moderno, con asquerosas luces que me cegaban, y corriendo sola con un camisón y descalza. Pero algo que me calmaba y era a la vez inquietante, era el hecho de que no hubiera nadie.

...y presentir que en cualquier momento iban a venir por mí.

No había literalmente nadie, ni pacientes, ni médicos, ni personal del hospital. Estaba sola, pero vigilada.

Levanté la vista, y observé que un par de cámaras de seguridad se encontraban en cada esquina del pasillo.

Seguí corriendo, hasta que me cansé. En medio de un pasillo, había una pequeña caja envuelta en papel de regalo. Me acerqué hacia ella, y por las dudas, miré a mí alrededor. Como no había nadie, decidí abrir la caja. Era un revólver calibre 38.

Pero eso no era lo único que había en el paquete...debajo de la pequeña arma, había un papel con algo escrito.

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El Chico Pálido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora