Capítulo 27

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Miré a Chanyeol, buscando la manera en que él pudiera ayudarme, o defenderme. Pero en lugar de eso, dejó de comer y se levantó. Me quedé inmóvil en mi lugar, observando a las dos peligrosas chicas.

—Pido disculpas si dije algo malo. —Con la voz temblorosa, traté de calmar las aguas. Pero la inmutable expresión de odio en la cara de Suho, lo impedía. Es como si yo acabara de romper alguna ley.

No vi el momento en que Chanyeol buscó entre la alacena, y sacó algo que no pude observar bien. Mi corazón palpitaba muy, muy rápido. Me daba malas espinas lo que él pudiera hacer.

Me fijé alrededor si habría algún objeto para defenderme. Pero, no creo que con dos palillos chinos para comer, podrían hacer mucho. O...quizás estoy equivocada. Sólo tendría que distraerlos para guardarlos. Debía ser lo más discreta posible.

—Cuéntame, hace mucho que no nos vemos. —Le hablé a Suho. Tal vez, podría tener un tema de conversación normal. Tan sólo necesitaba que no me viera.

—Ahora no es momento para hablar. —Respondió de brazos cruzados. —A esta altura, ya no puedo permitir que desobedezcas los términos.

¡¿De qué términos hablaba?! En todo este tiempo no hubo ni un solo contrato. Ya no sé qué se imagina este tipo, pero sólo debía seguirle la corriente.

—Bueno, te obedeceré. Pero por favor, no me hagas... —Chanyeol me arrebató las palabras de la boca, al colocar una bolsa de consorcio en mi rostro, tapándome completamente la visión. Traté de quitar sus manos de mí, pero él era muy fuerte. El desgraciado me quería asfixiar.

Grité como nunca, hasta que mi garganta se estaba quedando afónica, y no podía respirar. Nadie me iba a salvar.

Me tiró al piso, haciendo que me retuerce por el dolor que se provocó en mi todo mi brazo. La silla se fue al carajo y varias cosas cayeron de la mesa. Volví a gritar por el impacto, pero me calló de un golpe. El tierno chico que minutos antes se sentó a comer conmigo, ahora pateaba mi rostro. Resultó ser un hijo de puta, como todo aquel que estaba en este lugar inmundo. Jamás volvería a confiar en la gente.

—Llévala al subsuelo. —Escuché la voz de Suho desde lo lejos. Se me hacía imposible quitar la bolsa, ya que Chanyeol me tenía agarrada de las manos, por detrás de mi espalda. Me estaba quedando sin aire, y ya me empezaba a marear. Me levantó y, obligadamente, me hizo caminar.

No sé a dónde llegamos, pero lo único que puedo confirmar es que bajamos unas cuantas escaleras, y que el olor putrefacto de este lugar era tan fuerte, que traspasaba la bolsa. Me empujó bruscamente y choqué contra dos personas.

Supuse que eran dos mujeres, quienes arrancaron mi vestido, haciendo que mi cuerpo quede al descubierto. Por suerte, estaba en una ropa interior que constaba de un corpiño y pantys deportivos. Presentí que había miles de miradas sobre mí, y me avergoncé al instante.

—Ustedes ya saben qué hacer. —Volvió a hablar Suho, dirigiéndose a las mucamas. Una de ellas quitó mi bolsa y por fin pude respirar. El olor tan asqueroso casi me hacía vomitar, pero a ellos no les afectaba. Como si estuvieran acostumbrados. —Usen la 306.

Reprimí el insulto que tenía guardado. Sospeché que con 306 se refería a una habitación. De tan sólo pensar que allí me iban a torturar, se me helaba el corazón.

—Las estaremos observando. Ella es algo débil, así que no necesita tantos amarres.—Fue lo único que dijo antes de marcharse, junto a Chanyeol, quien fue tan cobarde que ni tuvo el atrevimiento de mirarme, después de lo que me hizo. Juré para mí misma que se iban a arrepentir.

El Chico Pálido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora