Capítulo 13

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Desperté con una terrible contractura en el cuello. Me costó abrir los ojos, pero cuando lo hice, una luz tenue invadió mi vista. ¿Aún estaba en la Iglesia? Para mi sorpresa, no. Esa luz cálida venía de la pequeña lámpara de mi habitación. Sonreí al darme cuenta de que estaba en casa.

Vinieron a mi mente todos los recuerdos de lo que ocurrió: los tres hermanos de Sehun, la herida del autobús, el intento por asfixiarme y morderme... ¿qué había pasado con todo eso?

Me senté en la cama y vi que tenía puesto el uniforme. En mi muslo, sólo quedaba una cicatriz. La gran herida se había curado. Luego, toqué mi cuello y no tenía ni un rasguño. Mis manos se habían limpiado. No había ni un rastro de sangre en mí, ni en toda mi habitación.

Incluso el rosario y la llave estaban limpios. Se encontraban en mi mesita de luz, al igual que mi teléfono. Lo tomé y me sorprendió al ver que estaba cargando, y ya con un 100%. No sólo eso me sorprendió, sino que la hora también estaba a mi favor; eran las 6:00 pm y todavía estaba a tiempo para mi madre no me regañe por llegar tarde.

Observé el resto de mi habitación y también vi que al lado de la puerta, estaba mi mochila en el suelo. ¿Quién había hecho todo esto por mí?

El ruido de un portazo, proveniente de abajo, me alarmó por completo. Dejé de estar en mi cama para ir con cautela hacia las escaleras. Suspiré aliviada al ver que mi madre acababa de llegar.

—¿Todo bien con la entrevista? —Preguntó mi madre cuando estaba revolviendo la sopa.

—Sí. Todo bien. —Sonreí falsamente con la esperanza de que no me pida demasiadas explicaciones. Si supiera que tres dementes haciéndose pasar por vampiros querían matarme...

—Tengo una buena y mala noticia. —Dijo antes de darle un sorbo a la sopa de fideos.

—La buena, por favor. —Cerré los ojos pidiendo para mis adentros, que se tratara de algo relacionado a mi futuro.

—¡Ya me dieron el aumento! —Expresó con una gran sonrisa, de la cual imité. Que le aumentaran el salario a mi madre, significaba que ingresaba más dinero a la casa y si todo marchaba como yo quería, a fin de año ya estaría haciendo mi curso de dibujo. Hace años que anhelaba con ir allí, pero mi madre no podía pagarme algo tan caro.

—¡Eso es genial! Significa que vas a poder pagarme las clases de dibujo, ¿no?

Mi madre se rio como si le hubiera contado un chiste.

—Mi amor, aún no tenemos suficiente dinero. Con el aumento pienso pagar los impuestos atrasados y el préstamo que aún no pagué. —Se notaba un poco de cansancio en su voz. —Además, tenemos que ahorrar para pagar tu universidad. Faltan dos años que se pasan volando.

De inmediato, la decepción vino en forma de cuchillo que se clavó en mis ilusiones. Mi madre jamás se tomaría en serio lo que a mí realmente me gusta.

—Bueno. Ahora la noticia mala... —Prosiguió sin que yo se lo pidiera. —La semana que viene tendré que ir a Boston, para conocer la nueva sede de la compañía y con eso toda la capacitación. Nos queda poco tiempo en Alexandria.

Mis ojos se abrieron impactados. Eso significaba que mudarían el trabajo de mi madre, y por ende... ¿me separaría de Sehun? Era un alivio tener que irme de este maldito pueblo, pero tampoco quería dejarlo a él.

—Eso no es tan malo, ¿verdad?

—Tendrás que quedarte sola una semana entera, Lizeth. Aquí no tengo familiares para que puedan cuidarte. Me preocupa que te pase algo.

El Chico Pálido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora