Aquella traumatizante mañana, María fue la primera en ir corriendo a socorrer a Marta. Al escuchar el grito horrorizado de la muchacha, pensó que estaba en peligro y ni la resaca más dolorosa la detuvo. Al llegar hasta donde estaba, pudo ver a la mujer arrodillada en el suelo mientras lloraba ante el cuerpo de unos de sus compañeros. Tardó tan sólo un par de segundos en notar que Alfonso se encontraba sin vida. Marta tenía las manos ensangrentadas y temblorosas, parecía encontrarse en un estado de shock. En cuanto a María, la imagen la desconcertó. Muerto, estaba completamente muerto. Lo único que pudo hacer fue arrodillarse al lado de la pequeña y abrazarla, incapaz de decir o hacer nada. No había palabra alguna que pudiera pronunciar ante aquella situación, uno nunca estaba preparado para afrontarse a una pérdida. Los ojos de la rubia comenzaban a humedecerse y su vista no podía apartarse del hombre que yacía contra la reja y antes de darse cuenta, estaba llorando de horror.
Era una imagen que nunca se borraría de su mente, aquella que permanecería en su memoria aunque pasaran años y años. La misma imagen que la acecharía cada vez que cerrase sus ojos y la persiguiría en sus sueños.
—Está muerto, María. Está muerto —el cuerpo de Marta temblaba contra ella y su voz se encontraba ahogado en llanto, no podía hacer más que aferrarse a la mayor.
Las dos arrodilladas en el sueño, presenciando lo que solía ser Alfonso, no escucharon los pasos que se acercaban a lo lejos.
—¿Qué pasa? Escuche el-
Joan apareció detrás de ellas, con un gesto de suma preocupación. Al notar lo que las dos mujeres observaban, cerró la boca y se llevó las manos a la cabeza. Su gesto cambió de confusión pura a una de total horror en cuestión de segundos, y su respiración se tornó errática.
Tan sólo unos instantes luego, Miriam fue la siguiente en llegar a la escena. Observó por unos segundos a los refugiados, buscando alguna pista de lo que había pasado. Pero sólo bastó con levantar la mirada para entenderlo. Su mirada parecía derrochar un destello de sorpresa al principio, pero fue tan fugaz, que cuando los elegidos notaron su presencia, su reacción ya se había vuelto indescifrable. Su rostro se mantuvo inexpresivo al ver a Alfonso, derrochando indiferencia. Joan, desde su sitio, la observaba con detalle y aquella indiferencia no pasó desapercibida para él. Un escalofrío recorrió el cuerpo del muchacho. Joder, que le había dado mala espina.
—Necesito que despejen la zona —fue lo único que dijo.
Una risa irónica escapó de los labios de Joan mientras la miraba incrédula. ¿La tía no tenía sentimientos acaso? ¿Cómo podía estar tan serena si su compañero estaba tirado en el suelo sin vida?
—¿Eso es lo único que vas a decir? —escupió—. ¡Está puto muerto y lo único que dices es eso! —el tono de Joan derrochaba indignación, pero aquello no le movió un pelo a la comandante.
Lágrimas de rabia brotaron de los ojos de Joan. Era íncreible.
A lo lejos pudo ver como varios de sus compañeros comenzaban a salir de sus cabañas al notar el alboroto. Algunos presenciaban de lejos con miradas de preocupación, y otros comenzaban a acercarse interrogantes. Lo cierto es que ninguno sabía lo que estaba pasando allí, y ni en un millón de años podrían habérselo imaginado.
—Salgan de aquí. ¡AHORA! —repitió la comandante, ignorando al hombre—. Antes de que esto se convierta en una jodida exposición.
Sin embargo, ninguno se movió de su sitio, aún carcomidos por el estado de shock. Aún así, María fue la única que parecía mantener un poco de cordura ante la situación y no dudó en expresarse al ver cómo algunos se acercaban a la escena.
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Villa Triunfo | OT2018
HorrorCuando una serie de asesinatos masivos sacude al pueblo de Villa Triunfo, dieciséis de sus jóvenes habitantes son llevados a un pequeño campamento de resistencia con la promesa de sobrevivir. Sin embargo, no están tan a salvo como ellos pensaban. Só...