XXVII. Rendición

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Un poco más de dos semanas fueron necesarias para que las cosas se calmaran en el campamento. Luego de la agitación por la expulsión de Damion, todo lucía un caos. Los silencios incómodos, las discusiones sin sentido, los días interminables.

Sin embargo, Alba se llevó la peor parte, apoyar la expulsión inevitablemente la distanció del resto. Aunque intentaban ocultar que algo pasaba, la rubia notaba como muchos la dejaban de lado. María, por ejemplo, ni siquiera la miraba a la cara. Por suerte, Julia y Sabela habían estado para ella, y la habían consolado cuando necesitaba a alguien.

Por otro lado, la amistad de Sabela y Julia se había fortalecido desde aquel día en la capilla. La ruptura de esta última con Carlos, le había permitido relacionarse más con sus compañeros. Incluso comenzar a pasar más tiempo con Sabela, María y hasta con la mismísima Marilia, que se había disculpado miles de veces. Tal vez alejarse del muchacho le había ayudado de cierta forma y aunque aún dolía cuando lo veía, Julia podía decir que la herida comenzaba a sanar lentamente.

La relación entre Miki, Natalia y Marta era otra historia. Los tres se pasaban todos los días juntos, riendo a carcajadas y apoyándose entre sí. Tanto que había sido una de las tantas razones por las cuáles Natalia y Alba estaban algo distanciadas.

—Que despierte la persona más bella de todo el campamento.

María dejó la pequeña bandeja en la mesa de luz y se agachó para dejar pequeños besitos en la mejilla de su novia. Sabela arrugó la nariz y abrió perezosamente los ojos.

—Pues me parece que tú ya estás despierta. —respondió.

María arrugó la frente con ternura y se puso de pie.

—Venga. Que te traje el desayuno.

Sabela se sentó en la cama, bostezando y la rubia posicionó la bandeja entre sus piernas, para luego tomar asiento a su lado.

—Eres una cursi.

La castaña tomó un sorbo de su jugo de naranja y luego se inclinó dejando un suave beso en los labios de la rubia.

—Ugh, no. No lo soy.

—Lo eres.

—Cállate, ¿quieres?

—Tendrás que callarme tú.

María gruñó levemente y tomó el rostro de su novia con decisión, seguido de eso estampó sus labios contra los de la mujer, iniciando un beso intenso.

—¡Sabela! ¡No hay más champú!

Julia salió del baño con una toalla en su cabello y otra envolviendo su cuerpo. Cuando visualizó la escena que tenía delante se cubrió los ojos con rapidez, llamando la atención de la pareja.

—Es de mala educación comer delante de los pobres.

María observó a la recién llegada con gracia y negó la cabeza.

—Joder, que me olvido de que ahora vives con esta.

—Esta tiene nombre, cariño. —respondió Julia.

—Sí, sí, como sea.

—A ver si te da igual cuando "esta" te robe la novia. —murmuró por lo bajo, pero lo suficiente alto para que María escuchase.

—¿Qué dijiste? —respondió la rubia, amenazante.

—¿Yo? ¡No he dicho nada!

Sabela sonreía desde su posición, viendo como ambas se picaban entre sí. Le gustaba ver como las dos se llevaban tan bien.

Villa Triunfo | OT2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora