Una semana ya había pasado desde que se despidieron de sus dos compañeros en una pequeña ceremonia parecida a la de Alfonso, fue breve pero muy emotiva. Fue de esos momentos que no te olvidas jamás en la vida. Al principio fue difícil y todos parecían estar en un estado de desolación del cual no saldrían pronto. Pero con el pasar de los días, todos ponían un pedacito de sí mismos para intentar levantar aquel campamento, incluso habían acordado que cada domingo dedicarían el día a pasarla bien entre ellos.
Aquella mañana, María se despertó por unos fuertes golpes en su puerta y gruñó quejosamente.
—¡Marta! ¡La puerta! —gritó, mientras se removía en la cama e intentaba volver a conciliar el sueño.
Sin embargo, los golpes no cesaban. Cada vez eran más frecuentes y más molestos, y le impedían poder descansar en paz.
—¡Marta! —bufó con molestia y se incorporó en su cama. Palpó el lugar al lado suyo en busca de su compañera de habitación. No se gastó en abrir los ojos.
Sin embargo, la castaña no se encontraba ahí.
—¿Te estás duchando? —gritó. Esperó uno segundos, pero al no obtener respuesta dedujo que no. Además, no se escuchaba el agua de la ducha.
Otra vez centró su atención en los golpes bruscos y rabiosos.
—¡María Villar! ¡Abre la jodida puerta!
La rubia escuchó el grito del otro lado y pudo ver como África se asomaba molesta por la ventana.
La rubia de tatuajes maldijo por lo bajo y gruñó con pereza. Lamentablemente, se vio obligada a levantarse de su cama y abrirle a su amiga.
—¿¡Me puedes explicar por qué razón golpeas mi puerta a las siete de la mañana, Afri!? —le cuestionó, incrédula, mientras se frotaba los ojos del sueño.
—¡Es la una del mediodía, María! —le reprochó a su amiga, con su expresión furiosa—. ¡¿Acaso te olvidas qué día es hoy, idiota?!
María frunció el ceño ante aquello último e intentó ubicarse en tiempo y espacio. Estaba recién levantada, apenas recordaba su nombre. Su cerebro hizo un cortocircuito por un segundo, hasta que lo recordó y entreabrió un poco la boca.
—África Adalia, espero que no se lo hayas dicho a nadie... —la rubia le amenazó.
—¡Feliz cumpleaños, rubia! —la morena exclamó alegre y se abalanzó a abrazar a su amiga, que la recibió un tanto sorprendida.
La morena se colgó del cuello de su amiga y comenzó a dejar varios besos por todo su rostro. María puso su mejor sonrisa y arrugó su frente, conmovida por el arrebato de dulzura de África Adalia. Su amiga era un poco arisca la mayor parte del tiempo. Ambas lo eran. A ninguna le gustaba mucho las muestras de cariño, menos a África que era toda una diva y la reina de la intimidad. Esa era una ocasión especial.
—Buah, sabes que no me gusta festejar... Pero gracias Áfri —le agradeció, sinceramente, y abrazó a su amiga por los hombros.
Aquello era cierto. María no era una fanática de celebrar su cumpleaños. Simplemente le gustaba brindar con una cerverza y a sobrevivir un año más. Para ella no era nada especial festejar que estaba un año más cerca de tu muerte. Al principio sonaba un poco fuerte, pero María había tenido un mal historia con sus cumpleaños, aquello se debía más que nada a la falta de afecto por parte de sus padres en su día especial. Cumpleaños olvidados, padres ausentes. Se había acostumbrado a pasarla como una fecha normal, al menos hasta que Pablo y Marta llegaron a su vida.
—¿Y Marta? ¿No te ha saludado? —cuestionó su amiga. María negó con la cabeza, ni siquiera la había visto al despertar.
—Que va, no creo que se acuerde... Tampoco tiene que hacerlo —la rubia se encogió de hombros—. Además, sólo lo saben tú y ella, no es tan importante.
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Villa Triunfo | OT2018
رعبCuando una serie de asesinatos masivos sacude al pueblo de Villa Triunfo, dieciséis de sus jóvenes habitantes son llevados a un pequeño campamento de resistencia con la promesa de sobrevivir. Sin embargo, no están tan a salvo como ellos pensaban. Só...