XXIX. Myrmidon

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Un año nuevo es como un capítulo más de una historia. Pasan, y pasan, hasta que inevitablemente se llega a su final. Sin embargo, cada año, trae un reconfortante sentimiento de esperanza. Cada treinta y uno de diciembre se ponen metas y se crean grandes expectativas. Como si una fecha lo cambiase todo. Lo cierto es que, en el campamento de Villa Triunfo, un año nuevo, significaba volver a casa.

La expedición prometida por Mimi no hacía más que crear grandes ilusiones a sus habitantes, que cada día, despertaban con una sonrisa de anhelo y nostalgia. Nostalgia, porque sabían, que un capítulo se estaba cerrando.

Al menos para algunos.

—Marilia, siéntate, por favor.

Miriam le dedicó una pequeña sonrisa ni bien vio a la pequeña entrar. No obstante, Marilia asintió siendo un manojo de nervios y luego del insoportable chirrido de la silla, logró sentarse.

—Es la primera vez que vengo aquí. —murmuró la pequeña.

En ese preciso momento, se encontraban en una pequeña habitación de la primera planta. Esa planta en la que estaba completamente prohibido subir, y que sólo habían pisado con fines médicos. Uno de los más grandes misterios desde que habitaban el campamento. Sin embargo, aquella habitación tenía todo lo necesario para ser una pequeña oficina común y corriente. Tenía un pequeño escritorio, sillas, un armario cerrado bajo llave. No parecía muy misteriosa.

—Eres la primera persona que traigo aquí. —dijo Miriam.

—Oh —Marilia jugó con sus manos nerviosa—. ¿He hecho algo mal?

Miriam inspeccionó por unos segundos el rostro de la pequeña con una expresión completamente seria, tanto que sintió como la pequeña temblaba un poco en su asiento. Al notarlo, sólo pudo soltar una pequeña risa traviesa y enderezarse en su silla.

—No, Marilia, no has hecho nada malo —comenzó—. Me he dado cuenta de que nunca tuvimos oportunidad de hablar así, las dos solas.

El gesto de Marilia se relajó un poco y soltó una risa nerviosa.

—Eh, que usted dijo que no se podía. Jijiji —rio, peinándose sus rizos—. Y con todo respeto, intimida un poco, comandante.

Miriam soltó una suave carcajada e inclinó su cuerpo sobre el escritorio, reposando su rostro en su mano derecha.

—Pues podríamos hacer una excepción, ¿no? —propuso—. Creo que podríamos llevarnos muy tú y yo.

La pequeña esbozó una sonrisa sincera y se encogió de hombros, aun sintiéndose algo nerviosa.

—Pues si usted dice, comandante.

—Miriam, puedes llamarme Miriam.

Marilia tardó unos segundos en procesar la información, entreabriendo los ojos como platos y levantando sus cejas en una gran sorpresa.

—Eh, yo... qué linda... digo, qué lindo nombre. Jijiji.

—Relájate, Marilia. No voy a morderte. —bromeó.

—Sí, yo, lo siento, es que... —carraspeó—. Es que...

—Ya. Tranquila. Sólo te pido que no se lo digas a nadie, ¿sí?

—Cla-claro.

La comandante respondió con una sonrisa encantadora, que a Marilia le hizo suspirar de los nervios.

—No es eso por lo que te cité aquí. De todas formas.

—Ah...

Miriam sacó unos papeles del cajón del escritorio y los colocó sobre la mesa.

Villa Triunfo | OT2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora