mi infierno

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Estoy atrapada,

prisionera.

Me encuentro entre cuatro paredes, sin forma de salir.

Aislada de tanta gente,

pero no de quién necesito estarlo.

De esa persona estoy cada vez más cerca,

más de acuerdo.

Porque soy yo.

Porque estoy encerrada con mí misma,

con mi parte destructiva.

Y no puedo salir,

aunque no sé si quiera hacerlo.

Me consumo,

sumergida en pensamientos, ideas y sombras que no hacen más que asfixiarme.

Que provocan que el nudo en mi garganta crezca,

mientras yo lo ajusto cada vez más y más fuerte,

provocándome dolor,

haciendo que me falte el aire.

No es dolor físico, claramente.

Estoy destruyendo mi alma,

mi mente,

mi esperanza.

Estoy acabando con todas las cosas buenas que hay,

(o había),

en mí.

Me sumerjo cada vez más hondo,

manteniéndome aferrada al ancla que me impide subir.

Pues no estoy segura de querer volver a la superficie,

ya que cada vez que el ambiente mejora,

los pensamientos se despejan y el nudo se afloja,

cada vez que siento que puedo volver a respirar, que ya no estoy al borde de morir,

todo comienza de nuevo.

Todo vuelve,

con más fuerza,

más miedos,

y menos amor.

Entonces caigo cada vez más profundo.

Me consumo y no aguanto,

y además de romperme por dentro,

comienzo a rasgarme por fuera,

dejando entrever pequeñas cicatrices,

pequeños espejismos de todo lo que en mi interior ocurre.

Pero no importa, me digo,

¿quién se daría cuenta?,

nadie se fija en vos,

repito una y otra vez,

hasta que me doy cuenta que así es,

porque si yo ni siquiera me fijo en mí, ¿por qué lo harían los demás?

Me convenzo de que ellos me detestan tanto como yo me detesto a mí misma,

que les molesto, tal y como a mí,

y continúo hundiéndome.

Mientras reconstruyo el escudo que me protegió tantas veces,

que impidió que mi fragilidad salga a flote,

y me resguardo ahí dentro,

en un lugar del que solamente yo misma puedo sacarme,

lo que me proporciona una larga estancia aquí.

Pues no creo llegar a salir,

y no te voy a dejar entrar.

Ni a vos ni a nadie que se me acerque.

Una vez más, voy a mantener alejado a todo aquel que quiera darme una mano,

pues no voy a permitir que alguien caiga conmigo,

que se sumerja en este infierno de autoridad propia,

que no hace más que dejarte vacío,

devastado,

inerte.

Así que solamente voy a esperar, pacientemente,

a arder,

en el fuego que yo misma comencé.

Versos rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora