Sentencia de muerte

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Me enamoré sabiendo que era mi sentencia de muerte.

Me enamoré aunque era un suicidio,

pero no pude evitarlo.

Me enamoré.

Y perdí.

Hiciste de mí lágrimas imparables,

y no entiendo por qué.

¿Por qué me destruiste, mi amor?

¿No basté para saciar tus deseos?

No hice nada para merecer que me rompas,

y aún así lo hiciste.

Traicionaste mi confianza,

aquella que pocos tienen.

Me traicionaste a mí,

que te aseguro fui la persona que más te amó.

Y perdiste eso.

Me perdiste.

Pero a quién engaño, mi vida.

Estoy derrumbada,

y a mi corazón no le caben más grietas.

Se supone que alguien que te ama no te destroza,

pero tú me partiste.

Y todavía no encuentro la razón,

no puedo entender

qué hice para merecer esto.

Conociste la parte de mí que casi nadie sabe que existe.

Te amé con cada parte de mi ser,

te dejé entrar en mi corazón,

aunque tenía tanto miedo de que me hagas daño.

Tenía miedo de terminar lastimada,

y aquí estoy,

llorando sola en mi habitación.

Pero te aseguro,

mi amor,

que no encontrarás a nadie que te ame como yo lo hice.

No encontrarás a nadie que aguante tus celos,

tu orgullo,

no encontrarás a nadie que ame tus defectos.

No encontrarás a nadie como yo.

Y cuando vuelvas rogándome perdón,

entenderás que perdiste a la mejor mujer que se te haya podido cruzar en tu camino.

Versos rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora