5. el diablo viene aquí a suspirar

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La gran casa estaba en completo silencio a excepción del sonido de las agujas del reloj.

Jungkook sólo podía sentirse cada vez más irritado, había llegado hace media hora a la casa de Jimin y este se estaba haciendo esperar.

No habían rastros de él, pero el mayordomo le dijo que se encontraba arriba y que podía pasar a esperarle en la sala.

También le ofreció algo de beber y le pidió que se pusiera cómodo.

Claro que él no aceptó, pero estaba arrepintiéndose de negarse, porque sus piernas empezaban a doler de tanto esperar a Jimin de píe frente a las escaleras.

Al parecer Mark todavía no había llegado, o quizás él estaba en la planta de arriba junto a Jimin.

Pero también podría estar paseando por la gran mansión de su amigo como si estuviese en su propia casa, y quizá por eso Jungkook no se lo había topado.

La otra opción era que Jimin tuviese otra razón para invitarlo a su lindo castillo de cuento de hadas y Mark ni siquiera fuera a aparecer.

Estaba pensando seriamente en irse, porque ya estaba cansado de esperar tanto, cuando escuchó los pasos de alguien bajar las escaleras.

Alzó su mirada y se encontró con él. Jimin se acercaba con una sonrisa en sus labios, usando apretados jeans negros que hicieron a Jungkook mirar más de lo debido hacia sus ejercitadas piernas.

Su camisa de botones era color blanca, desabotonada hasta la mitad. Su cabello estaba húmedo,recién salido de la ducha. Jamás se había visto tan sexy.

Entonces realmente Jungkook quiso escapar de ahí corriendo como todo un cobarde, porque deseaba tanto a Park Jimin que era vergonzoso.

Tragó saliva, frunciendo el ceño y tratando de mantener sus ojos en el rostro de Jimin. No en otras partes.

— Bienvenido a mi humilde hogar, Jeon. — dijo juguetón cuando estuvo frente a Jungkook, quien sólo maldecía por su maliciosa y atrevida mirada que lo incitaba a seguir deseándolo más. Su descarada sensual sonrisa que lo hacía insoportable.

— Park, imaginé que tendrías más personal en tu castillo de princesa, cómo tú amas eso de tener esclavos. Sólo lo digo porque todos los que besan la suela de tu extremadamente lujoso calzado en la escuela parecen serlo. — dijo Jungkook con una sonrisa para nada amable.

Jimin se acercó a Jungkook un poco más, hasta que sus narices se juntaron y la respiración de Jungkook empezó a ser pesada.

— Si supieras cómo se siente
el poder, no querrías dejar de tenerlo en tus manos jamás. — Jimin separó sus gruesos labios y los volvió a juntar con fuerza, fingiendo morder algo. Jungkook por un momento creyó que Jimin mordería sus labios.

Tragó saliva, observando a Jimin alejarse con una sexy y traviesa torcida sonrisa que adornaba esos gruesos labios.

Se miraron a los ojos en silencio, la tensión se podía sentir en el aire. Las pupilas de Jungkook estaban dilatadas.

— Pero tienes razón. En mi casa hay mucho personal, sirvientes, esclavos... Como tú quieras llamarles. Esta es sólo una de mis tantas propiedades, es un regalo de mi papá. Creo que mi regalo de los dulces dieciséis, así que no es el único castillo de princesa que tengo, amor.

— Hijito de papi. — gruñó Jeon y Jimin se carcajeó.

— ¿Crees que considero eso un insulto? inténtalo de nuevo, Jeon.

— Eres tan insoportable. — se queja Jungkook.

Jimin se encoge de hombros, despreocupado. No ha dejado de sonreír.

seimein♡kookmin ( en edición )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora