17. de la sartén al infierno

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¿Somos realmente lo que los demás creen que somos? -ÉLITE, S1

Narra Jimin.

Se supone que el tiempo sana cualquier lesión o herida.

¿Pero qué pasa cuando el corte es tan profundo como tu pérdida?

El dolor podría, eventualmente, detenerse algún día.
Pero vivirás de por vida con las cicatrices que este dejó, las cuales te recordaran el dolor hasta el mundo de agobiarte y hacerse parte de ti.

Entonces el tiempo va a pasar y te vas a convertir en más miedo que persona.

Tendrás miedo a volver a salir lastimado y actuarás como alguien que ha perdido la razón.

Devolvamos el tiempo al momento en el que me presenté.

Soy Park Jimin, aquel maldito chico libra que todos conocen como el delantero del equipo de fútbol, el hijo del líder de la mafia más grande de Corea del sur, o tal vez como el tipo al que lo único que le podría gustar más que el sexo es el dinero.

Y la verdad es que soy sólo Jimin y nada más.

Me presento al mundo como alguien lejano a mi verdad interna, al final yo mismo terminando tan alejado de mi verdad interna.

Paso tanto tiempo fingiendo, que hasta yo mismo empiezo a creerme todas las mentiras. Y muchas veces olvido quién soy.

Yo no soy un Park.

Yo no soy Park Jimin.

Yo no pertenezco a esta maldita familia.

Nací y crecí en un pequeño pueblo, donde todo fue paz y felicidad hasta que llegó ese día.

El día que cambió mi vida por completo.

Toda mi familia, incluyendo a mis verdaderos padres, murieron en una horrorosa y sangrienta masacre.
Aún puedo recordar aquel día como si fuera ayer. El olor de la sangre y los gritos desgarradores. Personas siendo decapitadas, brazos y piernas cayendo por doquier.

Disparos.

Fuego.

Muerte y más muerte.

Mucho dolor.

Un pueblo conocido por sus ciudadanos amables, se viene abajo en un abrir y cerrar de ojos gracias a los grandes del narcotráfico del país.

Sólo por ser un pequeño niño delgado pude pasar desapercibido.
Es casi fascinante la manera inocente en la que estaba actuando, porque esa inocencia me salvó.

Inconscientemente, fui sigiloso. Me convencí a mí mismo de que si me creía invisible también lo sería para ellos. Tuve mucha fe en mí mismo.

Y desde ese día aprendí que para decir una buena mentira tienes que creertela tú primero.

Nadie se detuvo a mirar a ese pequeño niño desnutrido que corría por las calles a toda velocidad, claro que no.

Corrí sin detenerme, ni siquiera a mirar con lo que pudiese tropezar en el camino. Sin ni siquiera saber a dónde iba.

seimein♡kookmin ( en edición )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora