Capítulo 20

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Bruno:

21 de septiembre, 2011

Tamara seguía dormida, así que quiero sorprenderla con un desayuno en cama. Mis padres nos asignaron habitaciones diferentes, Tamara se encuentra en una sola habitación junto con Andrés, por ese motivo el desayuno no es sólo para ella, también para mi campeón.

- Buenos días, hijo. –escucho la voz de mi madre.

- Buenos días. –respondo sin voltear ya que estaba cuidando que el tocino no se queme.

- ¿Eso para quién es? –pregunta.

Volteo y observo que apuntaba hacia la charola que contiene dos platos con huevos revueltos, dos vasos de jugo y dos pedazos de pan.

- Para Andrés y Tamara. –Vuelvo a mirar hacia la estufa-. Siguen dormidos y quiero sorprenderlos.

- Eres demasiado atento con ellos. –escucho el sonido de una silla.

- Supongo que ya te ha de haber comentado algo mi padre.

- Tu padre no me ha comentado nada, yo los vi ayer.

Quito la sartén de la lumbre y me volteo para observarla algo confundido.

- ¿Qué viste? –frunzo el ceño.

- Se estaban besando, después se fueron y supongo que algún lugar más íntimo. Comprendí por qué llegaron tan tarde anoche. –me acerque al mesón y coloque el tocino en sus respectivos platos.

- Se perfecto lo que dirás.

- Exacto. –me mira seria-. Es una mujer casada. No sólo eso, está casada con tu mejor amigo.

- Mamá, no comprendes nada. –niego con la cabeza.

- Pues házmelo entender.

La observo unos segundos. Me volteo y dejo la sartén en el lavaplatos, para después sentarme frente a ella.

- Tamara y Edgar se van a divorciar. Cuando regrese de su viaje se lo pedirá.

- Por ti, supongo.

- No, es más por ella. –Suspiro-. Edgar la golpea, la humilla de todas las maneras posibles y sobre todo, la ha tocado sin su consentimiento. No debería de decirte esto, no es algo que me corresponda, pero si sólo así me dejarás hacer las cosas a mi manera, lo tendré que hacer.

- Edgar no es capaz de eso, lo conocemos de años. Estas hablando de otro hijo mío, lo sabes perfecto.

- Yo también creí conocerlo, pero no es así. –Mire hacia mis manos-. No te obligaré a creerme, pero sabes que nunca haría una acusación como estas, si no tuviera pruebas. Yo lo he visto, he presenciado tantos momentos donde Tamara llora. Lo peor de esto es que Andrés también ha recibido golpes, ¿crees que esa es una vida par un niño? –Niego con la cabeza-. Lo quiero como si fuera mi hijo.

- Me es imposible creer eso de Edgar, pero si tú me lo dices, debe de ser la verdad. –susurra pensativa-. Edgar siempre me pareció un hombre bien, honesto y respetuoso.

- No lo conoces como yo lo hago; él demuestra muchas caras. Hasta su amistad ha sido una mentira.

- ¿De qué hablas?

- Lo que escuchaste. –susurro desanimado-. Siempre pensamos que tuve a mi lado un hermano, pero no fue así. Estas últimas semanas me he enterado de muchas cosas que prefiero no contártelo. A pesar de todo, me gustaría que te quedes con la imagen que tienes de él.

Me levanto de la silla y tomo la charola.

- Iré con Tamara y Andrés.

- Está bien. –Camino hacia la salida de la cocina-. Hijo. –La miro de nuevo-. Eres un hombre admirable, nunca lo dudes.

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