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Finalizada la sesión de grupo, Alexander y John descendieron juntos los escalones. El pecoso había preparado su cigarro. Buscaba desesperado su mechero, hallándolo finalmente en su bolsillo trasero.

El caribeño era incapaz de concentrarse. Los finos labios de John se abrían para expulsar su humo. Permanecía con una leve apertura unos instantes, mientras él decidía retomar el cigarro. Pero parecía una eternidad ante las pupilas de Alexander. Había tanta belleza en aquel pequeño ser.

Se percató de que John era unos centímetros más bajos que él. Ni siquiera conocía su edad, pero percibía que era menor. Parecía un adolescente con hormonas revolucionadas. Uno que creía que su vida era una tragedia; aunque en su caso la suposición resultaba ser correcta.

—¿Vienes a la fiesta? —John preguntó.

En su interior, Alexander deseó que él desease que fuese. Que sus huesos fuesen corroídos por la intriga. Pero la neutralidad facial de Laurens le hacía dudar. No estaba interesado en una relación de amistad, amorosa. No quería tener mayores lazos.

Él sólo quería morir.

—Sí, —se limitó a contestar. —quiero tratar un asunto pendiente.

Los ojos esmeralda de John se dirigieron completamente hacia él. Una sonrisa ladeó sus labios, haciendo que su cigarro se separara de ellos. Alexander sintió felicidad al ver una pequeña carcajada iluminar la noche. Era de aquel muchacho depresivo que pocas veces se mostraba contento.

Aquel fue un premio para el caribeño, quien prosiguió mirándolo hasta que Lafayette le pitó. Parecía realmente molesto.

Todos conocían la extraña afición de Lafayette de visitar playas. Si pasatiempo era descubrir terrenos nuevos de costa. El último fue uno de piedras, en el cual pasó días ahí para analizarlo completamente.

Tras veinticinco minutos de manejo, el grupo de amistades alcanzó la dirección.

John se hallaba sentado sobre Alexander, pues Aaron se había unido después al plan. Su mirada paseaba en el exterior. Atravesaba el cristal de su izquierda mientras sentía los brazos de Hamilton acariciar sus antebrazos.

—Charles estará a lado de la hoguera. —señaló John al abandonar el vehículo.

Todos se dirigieron a la fogata. Hercules y Lafayette compartiendo su alcohol, recibiendo varios vítores por parte de los integrantes del grupo. La mayoría eran conocidos de Charles. Todos eran extraños ante los ojos de Alexander, que eran parecidos a los de John. Exceptuando el hecho de que el ojiverde no prestaba importancia alguna a detalles como ellos.

No transcurrieron demasiados minutos hasta que John comenzó a ladear su cabeza al ritmo de la música. Eran ritmos reconocibles y pegadizos. Alexander le miró entusiasmado, feliz.

El ojiverde ladeó su cabeza hacia él y le besó. La unión de labios fue inesperada, pero Alexander no tardó en reaccionar. Posicionó su mano en la rodilla de John. Comenzaba a adquirir confianza, actuaba casi sin pensarlo.

Mientras su mano adquiría mayor acceso a los genitales del pecoso, este descendía sus besos. Había delineado completamente la mandíbula del caribeño. Se había entretenido en su cuello, un lugar que parecía degustar. Succionó durante leves instantes; un chupetón aparecía en aquel punto. Un sello de diversión.

Sintió la lengua de John humedecer el camino entre sus clavículas y su nuez de Adán, donde retomó el contacto de sus labios. Cada vez de forma más violenta, más agresiva. Parecía desesperado por el tacto del mayor, quien aún movía su mano por sobre el muslo del pecoso.

The Other Side Of Paradise (Lams)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora