05.

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Los dos chicos entraron al hogar del inmigrante llamando la atención de la madre de este que en seguida fue a recibir a su hijo, pero cuando vio al acompañante de su hijo se preocupó.

—¡Alex! —luego vio al contrario. —¿E-Está bien?—preguntó mientras le tocaba la cara en busca de algo inusual, además de los moretones de este, claro.

Laurens frunció el ceño al escuchar tales palabras. Hace demasiado tiempo que nadie le hablaba de esa forma tan temblorosa, tan inusual, tan preocupada. ¿Cómo alguien se acostumbraría a eso?

—Todos estamos bien, mamá. —dijo Alex riendo por la actitud de su madre. —Ve a descansar, ¿si? —insistió por el cansancio que seguramente su madre sufría. —Por cierto, él es John. —presentó al de rulos.

—¿Qué le ha pasado? —volvió a preguntar con ese tono que desconocía John pero que se le estaba empezando a hacer familiar nuevamente.

Alexander se preocupó. John era demasiado directo, demasiado sincero, demasiado desinteresado. No dudaría en decirle a la madre del castaño que este le golpeó porque se lo pidió, mucho menos le preocuparía si su madre se decepciona de él.

—Hercules se metió en una pelea y John al tratar de detenerlos le metieron un golpe. —mintió antes de que el contrario dijera algo. Él era perfecto mintiendo.

—Vale, los dejo solos. —dijo la madre convencida para luego posar su vista en el rostro del de rulos. —Siéntete cómodo, John. —y así, se fue a su cuarto nuevamente.

Alexander suspiró cuando escuchó la puerta cerrarse y dirigió su vista hacia el pecoso.

—Ven, acompáñame.

El caribeño comenzó a caminar hacia el pasillo donde se encontraba el baño y, por ende, el botiquín. John tan sólo le seguía mientras veía hacia el suelo.

Cuando llegaron, Alexander le hizo un ademán al ojiverde para que se sentara en la taza del baño mientras que él buscaba lo que necesitaba en el botiquín y luego cerrar la puerta con seguro.

Se acercó al rostro del contrario para ponerle alcohol en sus heridas que, cuando sintió tal cosa, soltó un jadeo de dolor junto con un ceño fruncido que poco a poco se convirtió en un semblante neutral.

—Eso no pasó.

—¿Mhm? —preguntó confundido mientras seguía curando las heridas.

—Tú me golpeaste. Yo te lo pedí.

—Mi madre no puede saber eso, se decepcionaría de mí.

—Entonces mejor echarle la culpa a alguien más. Vaya. —no apartaba su vista del contrario. —Ocultando la verdad, todos los hacen.

El caribeño no dijo nada, cualquier cosa que le dijera al contrario, este le respondería de una manera mejor y, sobre todo, para dejarle boquiabierto.

—¿Tú te lastimas? —preguntó cambiando de tema.

—Le digo a desconocidos que me golpeen. —se alzó de hombros. —Como contigo.

—Yo no soy un desconocido.

—Sí lo eres.

Y en ese momento, el castaño sintió algo amargo. Si era un desconocido, entonces, ¿por qué le había besado? Es verdad que aún llevaban muy poco tiempo de haberse conocido pero, ¿Entonces por qué lo había hecho?

—¿Por qué me besaste?

—¿Te molestó?

—No, pero...

—Entonces no hay nada que explicar. —interrumpió a la vez que contestaba seguro, como siempre.

El castaño soltó un suspiro mientras seguía limpiando las heridas del contrario. Tomó otro pedazo de algodón para ponerle alcohol y plasmarlo en la piel del pecoso haciendo que este jadeara de dolor.

—Lo lamento. —dijo aún dejando el algodón en la zona lastimada.

Tiró el algodón en el bote de basura, y justo cuando iba a levantarse para guardar todo sintió como una mano huesuda le tomaba haciendo que volteara y se encontrara con esos ojos esmeraldas tan penetrantes.

—Creo que debería irme. —dijo sin más.

Alexander negó de inmediato haciendo que John sonriera un poco. Aunque no lo pareciera, el pecoso era un gran manipulador; primero hacía que cayeras en la locura para conseguir lo que quería, aunque claro, aún no ha llegado a tal nivel el protagonista.

—Puedes quedarte, no es molestia. —dijo en forma de súplica más bien. —Además, ya es muy tarde.

Tras una pequeña plática entre los dos chicos, el inmigrante ya andaba acomodando su cama puesto que ahí dormiría John; él iba a dormir en su sofá que, aunque no aparentara, era demasiado cómodo, vaya, incluso Hercules había dormido en tal mueble decorativo en sus peores estados de embriaguez.

Todo parecía estar a la perfección hasta ese momento, o bueno, así era hasta que el castaño recordó tal beso que le había dado el contrario quien aún seguía sorprendido. No tenía explicación, simplemente el contrario se acercó a él para probar tales labios haciendo que el mundo alrededor de ellos desapareciera.

—Muy bien, ya está. —dijo cuando vio la cama perfectamente bien hecha para el ojiverde. —¿Quieres que te de una pijama?

—No necesitas molestarte.

—Sólo contesta. —dijo pacífico. —¿O qué? ¿Dormirás desnudo en pleno invierno?

—Me puedo ir a mi casa.

El castaño bufó y fue hacia su armario para sacar una pijama que tenía allí y se la dio al contrario.

—Ten, tal vez te quede un poco grande pero es mejor eso a nada. —se alzó de hombros con una leve sonrisa. —Bueno, yo dormiré en el sofá, ¿de acuerdo?

Tomó la perilla sin esperar respuesta alguna, y justo cuando iba a salir sintió la misma mano que le había tomado en el baño momentos atrás haciéndole girar nuevamente.

—Esta es tu casa, así que dormirás aquí. —dijo el pecoso.

John jaló el brazo de Alexander para que este entrará en la habitación que le pertenecía.

Se quitó la playera que traía dejando a la vista de Hamilton una cantidad variada de pecas haciendo que sus ojos brillaran por tal vista. John solamente sonrió al sentir la mirada del contrario y vagó por la habitación.

Cubrió sus pecas con la playera que le había dado el castaño, y agradeció tanto que le cubriera sus genitales gracias a lo grande que estaba. De pronto, unos pantalones se encontraban en el rostro de Alexander gracias a que se los habían lanzado.

—¿Qué haces? ¡Póntelos!

—Duermo sin pantalones. —dijo para luego cubrir su cuerpo en las sábanas de tal cama.

Alexander solamente suspiró y él igual se cambió, a diferencia del pecoso, a él le gustaba dormir sin camisa sin importar a qué temperatura estaban.

Se recostó a un lado del ojiverde y seguía teniendo la sensación de los labios del antes mencionado contra los suyos. Esa sensación agradable pero rasposa hablando literalmente gracias a los labios mordidos del contrario; era obvio que se mordía los labios gracias a tal ansiedad que este sentía.

John se volteó dejando que su vista se posara en el techo, Alexander le imitó y los dos ahora contemplaban tal techo neutral mientras estaban en silencio aunque pensaran en gritos.

Multimedia: La otra vez no lo había puesto y se me pasó. Lo siento. Pero bueno, así luce John en nuestra historia.

Por cierto, ¿les gusta la portada? Sé que es muy sencilla pero verdaderamente soy muy fan de Halsey y tenía que hacerlo.

The Other Side Of Paradise (Lams)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora