No one's point of view.
Los ojos de Camila temblaban en el rostro de aquella ojiverde que se encontraba a unos cuantos metros de ella, en cambio, los ojos de Lauren, no se despegaron ni un segundo de los de Cabello.
Camila asintió con la cabeza. La verdad, no tenía ganas de hablar con Lauren, lo único que quería era descansar, pero al parecer, el destino no quería que eso ocurriera. Cada vez estaba agotada y lo único que quería era lanzarse a su cama y enterrar el rostro en la almohada, algo se interponía y lo impedía.
—Está bien —ella susurró y se giró para terminar de abrir la puerta.
Con pasos lentos, entró a su casa y se giró una vez más. Le hizo un gesto con la cabeza a la pelinegra para que ingresara y esta le hizo caso de inmediato.
El temperamento de Lauren había cambiado notablemente. La ojiverde había llegado hecha una furia a su casa y al ver que ella no estaba, decidió esperarla. Estuvo alrededor de cuarenta y cinco minutos, fumando y fumando cigarrillos para matar el tiempo, logrando tranquilizarse pero cuando vio aparcar aquel automóvil negro, y de éste bajó el chico de ojos celestes al cual había conocido como Niall, toda la rabia había vuelto a su cuerpo. Hasta ella misma le era impresionante darse cuenta de sus cambios de humor. Pero, el la ojiverde culpaba a la castaña. Según ella, Camila tenía toda la culpa. ¿Por qué? Ni si quiera Lauren lo sabía, pero si había un culpable para sus cambios de humor, era ella, era Camila.
Cuando le había preguntado a la chica si podían hablar, estaba conteniendo las palabras en la garganta y ahogándose por no gritarle en medio de la calle. Tenía sus dudas a que ella aceptara hablar, pero cuando ella aceptó, se confundió aun más. ¿Acaso era que ella no quería volver a verla?
—Iré por un vaso de agua –anunció Camila, cerrando la puerta con cuidado. Un leve dolor de cabeza comenzaba a punzar en sus sienes—. Puedes ponerte cómoda por mientras. Estaré de vuelta en cinco minutos.
Lauren asintió, viendo como la pequeña figura de Camila desaparecía por el pasillo y lanzaba su morral sobre el sofá antes de ingresar a la cocina.
Lauren caminó hasta la sala y se sentó justo al lado donde ella había lanzado el bolso. Recargó sus codos sobre las rodillas, y se frotó el rostro con exasperación. Apoyando el mentón sobre sus manos hechas puños, Jauregui giró la cabeza levemente, mirando de reojo el bolso de la chica. ¿Y si hurgaba en el? ¿Ella se daría cuenta?
—Al diablo con todo —susurró Lauren, cogiendo entre sus manos el pequeño bolso de Camila.
Con manos ágiles, comenzó a revolver todo lo que estaba guardado dentro de aquel pedazo de tela. Unos cuantos lapiceros, un embase de perfume pequeño, su cuaderno de notas y su billetera. Ella no tenía nada ahí.
Jauregui soltó un bufido, y guardó todo en su lugar. Cuando cogió la billetera, la quedó mirando por unos segundos. ¿Ahí habría algo? "Si no la revisas, nunca sabrás", susurró esa vocecilla en la cabeza de la ojiverde. Antes de abrir la cartera, lanzó una rápida mirada al pasillo, y vio que Cabello aún no se acercaba.
Sus dedos se movieron rápido revisando cada espacio que había dentro de la cartera. Carnet de identidad, tarjeta estudiantil, algunas fotos junto a la idiota de Steinfeld y la estúpida de la polinesia.
Lauren estaba a punto de bufar de nuevo, cuando una pequeña tarjetita le llamó la atención.
Deslizó el pequeño pedazo de cartón fino con cuidado, y lo leyó detenidamente.
Niall Browning.
Detective Privado.
Número telefónico.
E-mail.
Lauren frunció el ceño. ¿Niall era un detective? ¿Detective para que...? Mierda, pensó Lauren sintiendo el pánico correr por sus venas. ¿Acaso Camila estaba pensando contratar unos cuantos matones para mantenerla alejada de ella? Eso ni pensarlo.
—¿Qué crees que estás haciendo?
Lauren Jauregui pegó un pequeño brinco al escuchar la voz de Camila a sus espaldas. Con movimientos torpes pero rápidos, guardó la pequeña tarjeta bajo su muslo, entre el sofá y su pierna. Elevó la comisura de sus labios, creando una sonrisa un tanto inocente y la miró.
La chica se encontraba justo a sus espaldas, cruzada de brazos sobre el pecho y con el ceño fruncido.
—Te hice una pregunta, Lauren...—exigió saber Cabello.
—No estaba haciendo nada —Lauren aclaró la garganta. Con cuidado, se medio giró en el sofá, y disimuladamente arrastró la tarjeta dentro de su bolsillo trasero de jeans sin despegar la mirada de los ojos claros que lo miraban con detenimiento—. No estaba haciendo absolutamente nada.
—Bien —ella rodó los ojos y pasó de largo. Lauren se sentó bien, y Camila se acomodó frente al sofá donde Jauregui se encontraba sentada. Entrecerró los ojos y lo estudió con la mirada. Lauren se encontraba un poco nerviosa y Camila podía darse cuenta de eso, ya que la conocía hace bastante tiempo, pero no quiso darle importancia. Lo único que ella quería, era que la muchacha se fuera para así, ella poder dormir—. Dime a qué has venido.
—A hablar contigo —lauren se encogió de hombros, como quién no quiere la cosa.
—¿Sobre qué?
—Sobre ti.
Camila alzó ambas cejas y soltó una risita incrédula. Esta chica sí que tenía agallas, pensó. Moviendo su cabeza para ambos lados, ella hizo una mueca.
—Te escucho —sentenció, cruzando sus delgadas piernas una sobre la otra y cruzándose de brazos.
Lauren volvió a afirmar sus codos sobre las rodillas, estiró sus brazos y entrelazó sus dedos. Miró con poco disimulo a la chica, recorriendo su pequeño cuerpo con descaro. Relamiendo sus labios, fijó sus ojos mieles sobre sus pechos y ella carraspeó la garganta, para llamar la atención del ojimiel.
—La vista aquí —Camila chasqueó sus dedos y lauren, obedientemente alzó la mirada—. Aquí tengo el rostro, tonta.
Lauren soltó una carcajada ronca. Le gustaba esta nueva Camila.
—Me gustas —sonrió con arrogancia, deslizando su mirada nuevamente por su cuerpo.
Ella puso los ojos en blanco.
—Mira Lauren, dime de una maldita vez a qué has venido ¿vale? Tengo sueño y quiero ir a dormir. Y tu presencia aquí, lo único que hace es estorbar.
—Está bien, fiera –alzó sus manos en forma de derrota— te diré a que vine, y moveré mi culo de aquí.
—Te escucho.
La ojiverde aclaró su garganta, y Camila pudo ver como su semblante cambiaba. La chispa de humor que había estado rodeando esos ojos verdes, era reemplazada por una oscura seriedad.
—¿Quién era ese chico? —cuestionó la pelinegro, alzando su definida ceja derecha.
—¿Qué chico?
—Ese, con el que estabas hablando hace unos minutos afuera.
—Oh... él.
—Sí, él —Lauren trató de imitar su voz —. ¿Quién era?
—¿Te importa acaso? —inquirió Camila, alzando su ceja derecha, optando un semblante desafiante.
—Yo soy la que hace las preguntas aquí —escupió el jauregui, con los dientes apretados. El juego de palabrazos ya la había cansado.
—Es un amigo. ¿Estás feliz ahora? —habló ella, irritada. La pastilla que había tomado para el dolor de cabeza no había hecho efecto, y Lauren lo único que estaba haciendo con sus preguntas, era intensificar su dolor—. Si ya has obtenido la respuesta que querías, puedes irte.
Cabello se puso de pie, dispuesta a abandonar la sala pero en menos de lo que pudo darse cuenta, Lauren la tenía de nuevo sentada en el sillón, creando una barrera con sus brazos.
Su rostro estaba tan cerca que en otra ocasión le hubiera encantado.
—No juegues conmigo, Camila —susurró Jauregui, acercando su rostro un poco más.
—Muévete —la chica posó sus pequeñas manos sobre el pecho de Lauren y trató de empujarla, pero claramente no lo logró. Su fuerza era menor comparada con la de ella—. Que te muevas.
—Mira Camila. Te diré una cosa —comenzó la pelinegro a hablar, con voz amenazante—, y quiero que se te quede bien grababa en esta pequeña cabecita tuya ¿vale? —golpeó su cabeza con su dedo índice, para después volver a recargar su mano sobre el respaldo del sofá— Quiero. No, más bien te exijo que te alejes de él.
—Lauren, estás siendo completamente estúpida. ¿Estás escuchando lo que dices siquiera?
—Estúpida o no, quiero que te alejes de él.
—Lauren, me estás asustando...–susurró la castaña— tus cambios de ánimo realmente me están asustando.
—Bueno, entonces, si no quieres que pierda la maldita paciencia contigo y con él, tienes que hacer una simple cosa. Alejarte.
—¿Alejarme de quién? —preguntó Camila, confundida.
—¡De Niall! —rugió— ¡Quiero que te alejes de él.
—¿Por qué?
—¡Porque no quiero que te juntes con un maldito policía! ¿Quieres mandarme a la cárcel?
Abriendo sus ojos con fuerza, Camila meditó la última pregunta que había hecho la ojiverde, para después romper en carcajadas. ¿Lauren estaba realmente hablando en serio?
Lauren frunció el ceño y la miró fijamente.
—¿Qué es tan jodidamente gracioso para que rías así? —regañó.
—¿Has escuchado lo que dijiste, Lau? —preguntó Camila, aún riendo— Estás completamente loca, amiga. Tú y yo no somos nada, así que puedes meterte tus amenazas por donde mejor te quepan.
—No juegues conmigo, Cabello.
—No, compañera —ella reunió todas su fuerzas, y como pudo, apartó a Lauren de encima de ella. Se puso de pie, y se alejó, manteniendo la distancia—. Tú, no juegues conmigo. Nosotras no somos nada. Así que no puedes venir aquí, a mi casa, y decirme a quien puedo ver y a quién no.
—Claro que puedo —espetó, Jauregui.
—Claro que no —vociferó ella, y chasqueó la lengua—. Yo me juntaré con quien quiera. No eres mi maldita madre, métetelo bien en esa jodida cabeza.
Lauren apretó los puños con fuerza. Su rostro rojo de exasperación, cólera y rabia. Con grandes zancadas, llegó al frente de Camila y la tomó por el cuello. La hizo retroceder hasta que su espalda chocó contra la pared. Por acto reflejo, ella llevó sus manos hasta el brazo de Lauren y trató de alejar sus manos, pero lo único que consiguió fue que ella aumentara la presión en su cuello. La miró con terror, viendo los ojos ahora negros de Lauren.
—Eres una idiota —susurró la castaña como pudo, sintiendo los dedos de Lauren clavarse en su cuello—, y estás loca.
—Claro que no lo estoy —Lauren negó con la cabeza—. Aún no me conoces, Camila. Aún no sabes de lo que soy capaz de hacer, cuando estoy realmente enojada. Y si no quieres averiguarlo, lo mejor será es que te alejes de Niall, de Dinah y de la idiota de Steinfeld.
—Ellos son mis amigos, no puedes pedirme eso —espetó, con un hilo de voz.
—Eres mía, Cabello. Métetelo bien en tu maldita cabeza. Nunca podrás librarte de mí. Me convertiré en tu sombra si es necesario, así que tienes que caminar con cuidado en la calle. Y si no quieres que nada malo les pase, será mejor que mantengas la distancia con ellos. Créeme, es lo mejor. Eso te lo puedo asegurar...
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Same Mistake (Camren)
FanficDespués de salir del hospital, Lauren Jauregui ha intentado a toda costa recuperar la memoria, con ayuda de Camila, la cual se ha convertido en una buena amiga. Las semanas comienzan a pasar, y el temperamento de la ojiverde ha ido de mal en peor po...