prólogo

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—¿Qué es lo que te pasa? —fruncí el ceño y giré mi cabeza hacia el lado derecho, encontrandome con Sydney sentandose a mi lado. Nuestras pieles de los brazos se tocaron levemente. Pero el leve tacto hizo que la piel se me pusiera de gallina. 

—No es de tu incumbencia —suspiré y volví a enforcarme en los autos bajo mío. 

Me daba risa como unos pocos metros de altura pueden hacer que las cosas se vean pequeñas hasta darme la sensación de que los autos que estoy viendo se van a convertir en hormigas en cualquier momento. 

—Además, ¿qué haces aquí? —pregunté, moviendo mis piernas en el aire. 

Escuché un sonido de papeles y luego el sonido de un encendedor prendiendose. 

Puse los ojos en blanco. Sydney no podía pasar ni un sólo segundo sin fumar.. Típico de ella. 

—Suelo venir aquí cuando me aburro de mi familia, del mundo. Además, vivo aquí. Pero tu no vives aquí, así que debería de ser yo la que te pregunta qué haces aquí —contestó. En un segundo el humo de su cigarro nos envolvió y tuve que resistir las ganas de toser. 

Debería de estar acostumbrado ya con Parker fumando cada vez que se le da la gana; pero no puedo. No logro acostumbrarme. 

Y traté de que me gustara; lo probé. Le di una bocanada pero cuando el humo y su sabor asqueroso estuvo en mi boca tuve ganas de vomitar y comencé a toser. En un momento pensé que me iba a morir. Tosía y tosía y Parker se reía de mi. 

No me entra en la cabeza tanto como Sydney y Parker y las demás personas en el mundo disfrutan de fumar. Sé que es placentero para algunos y que sienten que es como un escape para sus problemas. ¿Pero no les da asco el sabor y el olor que les deja en las manos, ropa, pelo? Es asqueroso. Tuve que bañarme más de tres veces para por fin sentirme limpio y tuve que lavar mis manos mil veces al día porque estaba sicosiado con el olor y lo único que sentía era su olor asqueroso. 

Me encogí de hombros. —Parker vive aquí.

—Pero Parker no está en su casa —no lo preguntó. Lo dijo. Fue un estamento. 

—¿Cómo lo sabes? —la observé justo en el que momento en que el cigarrillo abandonaba sus labios y el humo salía de ellos y por su nariz. 

Lo único que me impulso a probar el cigarro, fue intentar hacer eso. Hacer que el humo saliera por las narices. Siempre me ha parecido algo genial. 

Sydney me imitó encogiéndose de hombros. —Somos vecinos. Vivimos al lado y sé que los miércoles le da clases a esa Camila. 

Cerré los ojos y me maldije. Lo había olvidado. A Parker le ha gustado Camila desde que tengo uso de razón y se me había olvidado que los miércoles de daba clases de química. 

¿Cómo pude olvidarlo? Así no hubiera pasado más de una hora sentado fuera de su departamento esperando que llegara. Tampoco estaría aquí, en el techo de su edificio hablando con Sydney a la orilla. Un movimiento en falso y terminaría en el suelo, con todos mis organos explotados. Moriría antes de llegar al suelo. 

Sydney se rio amargamente. —Se te había olvidado. 

Rode los ojos y suspiré. 

Nos quedamos unos minutos en silencio escuchando el ruido de los autos y buses hasta que la rubia lo interrumpió, —Sabes que si te mueves un centímetro puedes morir, ¿verdad? 

—Lo mismo te preguntaría. 

—¿Verdad? 

Casi se me sale el corazón. La muy maldita había agarrado mi hombro y me había movido un poco. Un poco más de fuerza y de verdad estaría muerto. 

the fault in our starsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora