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YA ESTABA TODO listo, iba todo a la perfección. Fue una semana pesada, pero con orgullo podía decir que todo se predecía a un gran triunfo. Ya sólo faltaban dos noches para el gran día.
Las porristas ensayaban junto a los coristas — en los cuales se encontraban Héctor y Tarrant a la casi fuerza — y ella daba los toques finales a los asuntos de las decoraciones, era perfecta en esa área y no iba a ser para nada modesta, si iba a haber un gran cambio en Auradon (aunque le pese) iba a ser a lo grande, más grande era bueno, más grande era mejor.
Además aunque no lo admita en voz alta la idea de entablar amistad con los villanos ya no le precia tan mala. Después de darle muchas vueltas al asunto le pareció que Auradon ya necesitaba un cambio de estilo, a decir verdad tanta alegría la mareaba, y también significaba que habría personas con quien portarse mal...
Típicas y típicos príncipes primorosos por aquí y por allá, "pórtate bien" sonando por todos lados. Quería algo de juego sucio, maldad y hacer travesuras.
Así que pondría de todo su esfuerzo para que funcionara, pero tampoco aguantaría tanto. Si ellos querían estaba bien y sino también. No estaba en su lista de prioridades hacer que la amen.
Bianca estaba llegando a su casa aún con el uniforme de entrenamiento de porristas después de un largo día de estudio y pesadas jornadas de rutinas de baile.
Abrió la puerta de su gran hogar y justo oyó el grito de su hermano proveniente de algún lugar del castillo.
— ¡Cuidado con chico!
Bianca confundida miro en todas las direcciones hasta que diviso a chico —la mascota de Auradon prep— corriendo en dirección hacia ella, bueno, más bien a la puerta.
La cerró enseguida.
— No, no, no — le dijo con voz infantil — No cargaré otra responsabilidad así — dijo para ella misma.
— ¿No se escapo? — salió Nicholas de la cocina con un sándwich en mano.
— ¿Acaso te importa de verdad? — preguntó incrédula, mientras que el tranquilamente le dio una gran bocanada al alimento.
— ¡Claro que lo hace! — hablo con la boca llena asqueando a Bianca — Hoy era turno de Zedd cuidarlo, pero, está enfermo y no quise dejarlo y repetí turno.
Bianca rodó los ojos y se arrodilló hacia chico.
— No me lo tomes a mal, chico — hablo otra vez con esa voz ridícula e infantil—, pero por alguna razón siempre te orinas en mis zapatillas nuevas...
— Deberías tener más cuidado.
— Y tú cerrar tu puerta cuando nuestro huésped venga.
Ya que chico no tenía dueño en si, todos los del equipo de fútbol se habían comprometido a cuidarlo y criarlo entre todos. Cada noche le tocaba a alguien diferente y por lo regular las noches que se quedaba con Bianca y Nicholas eran cada mes o cada tres semanas ya que alguien casi siempre repetía turno, como el pelinegro hoy.