Cap. 04 | Jack Daniels

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Los intensos ojos de Phoenix me miran con desdén y rabia. Me niego a permanecer la mirada en ella y me concentro en Ílkay.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta mi amigo, ajeno a las dagas que salen de los ojos de su acompañante.

—Te lo contaré en casa —digo, encogiéndome de hombros.

Él me mira con desconcierto. —¿Estás bien?

—Sí, no te preocupes.

Cometo el grandísimo error de volver a mirar a Phoenix, pero esta vez me sorprendo porque sus ojos me miran con un sentimiento que no alcanzo a comprender.

—Te veo luego —digo, a modo de despedida.

—Trey, ¿de verdad estás bien? —mi amigo suena en verdad muy preocupado.

—Ya te dije que sí —reitero, y luego giro sobre mis zapatos para continuar mi camino.

No volteo, pero puedo sentir una mirada penetrante en mi espalda a medida que avanzo y aquello no hace más que ponerme la piel de gallina.

Siento el corazón hecho bolas y estoy seguro de que, si tuviera un gato, éste se pondría a jugar con ella. Continúo mi camino, porque a pesar de tener más de doscientos dólares en el bolsillo de mi pantalón, un hombre debe ser un hombre, y eso significa que, aunque puedo pagar un taxi, caminaré como el adulto que soy.

Apenas cruzo la puerta del departamento, no puedo ni quiero controlarlo más, dejo salir la rabia que me está carcomiendo por dentro.

¿Cómo diablos llegué a este momento? ¿Cómo permití que mi día terminara así? ¿Puedo ser capaz de mantenerme con vida sin la ayuda de mi familia? No tengo las respuestas a esas preguntas, pero sí tengo una cosa muy clara: No me dejaré derrumbar.

Por alguna inexplicable razón, termino rompiendo los jarrones y algunas cosas más, tirando todo lo que está encima de mi escritorio, inclusive la portátil.

No me enoja lo sucedido con mi familia, no estoy molesto por eso; me digo mentalmente, pero está tan lejos de ser verdad, aunque, por otro lado, la imagen de las manos entrelazadas de Ílkay y Phoenix hace que la sangre en mis venas hierva hasta hacer erupción como un maldito volcán.

Lo que sentí al verlos juntos, no es algo que pueda explicar o expresar con palabras; y todavía soy capaz de sentir la furia recorrerme de la cabeza hasta los pies.

Me acurruco con las piernas contra mi pecho y oculto mi cara entre mis manos; ha sido jodidamente un día de mierda y cuando creí que no se podía poner peor, Ílkay y Phoenix me demostraron todo lo contrario.

—¿Trey? —la voz de mi mejor amigo me llega a los oídos.

No respondo, porque todavía no me siento seguro de poder controlar las ganas de deslizar mis manos por su cuello.

—Trey, ¿estás bien? —pregunta, abriendo la puerta de mi habitación.

No lo miro. —Quiero estar solo —digo, en respuesta.

—¿Quieres hablar sobre lo que está pasándote?

¡Quiero estar solo! —grito, preso de la furia.

Él me mira fijamente antes de titubear y dar unos pasos vacilantes hacia mí.

—Oye, si necesitas algo...

—Necesito estar solo —repito.

Él asiente y se marcha, cerrando la puerta detrás de sí. El sonido de su teléfono me cabrea.

The Only Reason©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora