Siempre he pensado que cuando yo muera nadie lo sabrá, nadie llorará por mi. Se que a mi funeral no asistiría ni una persona que conocí. Incluso si me tumbara en la calle, fácilmente me dejarían ahí, mi cuerpo descomponiéndose como abono. Y hasta que empezara a oler mal alguien me notaría. Y todo eso lo sé porque soy una persona que no es nada, que no vale nada para el mundo, soy solo un estorbo de la sociedad, soy todo lo malo que puede haber. Nunca sería reconocida, nunca sobresaldría. Pero esa era la vida que me había tocado vivir.