*FINAL*
Si alguna vez había pensado que nadie se enteraría de mi muerte, que nadie lloraría por mí, estaba muy equivocada. En esos momentos, alrededor de mi ataúd, se encontraban varias personas. Los chicos de Janoskians, Cassie y Katy. Macy y mi terapeuta, algunos internos de la clínica. También Ed. Y por supuesto James, el amor de toda mi vida. Ahora podría descansar en paz…
Narra James:
Aun no podía creer que ella no estuviera viva, que ella ya se había ido y me había dejado. Estaba destrozado. La amaba mucho y se me hacía tan difícil resignarme a su muerte. No había parado de llorar, las lágrimas simplemente salían de mis ojos a borbotones cuando me acordaba de ella.
Paseé la mirada por el lugar y me di cuenta que todos tenían caras largas, estaban tristes claro, Madison se había ido. Cassie y Katy lloraban al igual que yo y los chicos trataban de parecer fuertes pero yo sabía que en su interior se sentían muy tristes. Pude notar como Luke le cedía el paso a sus sentimientos, comenzó a llorar y se abrazó a Katy. Skip, Beau y Jai se limpiaron rápidamente unas finas lágrimas que bajaban por sus rostros. Macy también estaba destrozada, a pesar de todo Macy la quiso mucho, la ayudó y la comprendió.
Me di cuenta que una desconocida chica estaba por ahí, llevaba una ropa como la que Madison traía cuando la conocí. Supuse que sería Leslie, ya que me había contado que eran amigas. No tenía idea de cómo se había enterado. Se acercó al ataúd y soltó unas lágrimas frente a ella. Después se dio media vuelta y salió de ahí.
Me acerqué a paso lento al ataúd, era el momento de despedirme de ella. Tomé una bocanada de aire. La vi, tendida dentro de esa caja. Ya no había color en sus mejillas, su piel era más pálida de lo normal, sus labios resecos y sus hermosos ojos cerrados. Aun así estaba hermosa, como siempre lo había sido para mí.
Podía recordar el primer día que la vi, me pareció que era bellísima; su piel blanca casi pálida, delgada y de buena estatura, sus facciones finas, unos labios un poco carnosos, nariz respingada y ojos de color miel, y su cabello castaño claro que lo llevaba un poco despeinado, dándole un toque realmente divertido. Le presté atención a su ropa, comprendí al instante que era una chica diferente. Su expresión desbordaba inocencia y un poco de miedo, al notarlo quise protegerla. Miraba el aparador de comida con admiración, como si nunca hubiera visto un pastel. Entendí entonces que moría de hambre.
La oportunidad de ayudar a alguien se me estaba presentando en esa chica. Quería ayudarla, quería salvarla. Se dio cuenta que la veía y me dedicó una mirada fría, aparté la vista apenado, pero en cuanto ella volvió a distraerse la miré de nuevo. No iba a quedarme cruzado de brazos mientras ella se moría de hambre, así que me acerqué. No me arrepentía de haberlo hecho.
Y luego mi menté llevó al día de la ceremonia. Verla usando aquel vestido blanco, lujoso y elegante, me quitó el aliento. Se veía despampanante; parecía una Diosa griega y yo solo era un simple mortal rendido a sus pies.
Volví a la realidad. Iba a ser difícil ya no poder tenerla a mi lado, ya no notar ese rubor en sus mejillas cuando la acariciaba, ese brillo en sus ojos cuando le decía que la amaba, el pequeño hoyuelo que se le formaba en la mejilla cuando sonreía con ganas, el sonido de su risa, los latidos de su corazón que se aceleraban cuando la abrazaba, ya no habría nada de eso. Solo el simple recuerdo de esos pequeños detalles, que para mi eran todo.
Me partía el alma verla ahí, inmóvil, un cuerpo sin nada de vida. Ella no debió morir así, no debió de partir tan pronto, tantas cosas por las que aun no había pasado, tantas promesas que no había llegado a cumplirle.
Destrozado me recargué en su ataúd y dejé que las lágrimas se abrieran paso de nuevo. Ella había partido y aun no podía entenderlo. Sentí como unos brazos me ayudaban a ponerme de pie, y entre lágrimas pude divisar la figura familiar de Jai, pasó los brazos por mis hombros y me abrazó con fuerza dándome apoyo.