Había sido la primera noche, después de que James se había ido, que había dormido muy bien. Me sentía descansada pero también hambrienta así que decidí ir a comer a la cafetería. Sabía que como no pasaba mucho por ahí, llamaría la atención, pero no importaba mi estómago quería comida.
Llegué hasta el gran lugar que servía como cafetería y me acerqué a tomar una bandeja con el desayuno. Huevos revueltos y jugo de naranja. Me senté en una parte sola de una de las grandes mesas y comencé a comer.
Entonces algo captó mi atención, la televisión estaba encendida y pasaban las noticias matutinas. Pero lo que llamó mi atención fue la palabra “Janoskians”. Al instante levanté la mirada del plato y fijé la vista en la televisión. ¿Sería posible que anunciaran su regreso a Inglaterra? Mi sonrisa esperanzada se desvaneció al escuchar:
“Los chicos siguen muy felices en su gira por América”
Al parecer les falta todavía un tiempo en regresar. Una entrevista comenzó a trasmitirse. Beau dijo que se la estaban pasando muy bien, pero que extrañaban UK. Luego el entrevistador les preguntó por lo relacionado con el amor. Jai y Beau anunciaron que Cassie y Katy los habían acompañado unas semanas. Y cuando el entrevistador les preguntó a los demás, ellos negaron tener alguna relación. Me tensé, pero no debía agobiarme, la relación que teníamos yo y James aun no era del todo oficial. Pero luego la entrevista se cortó y empezaron a decirse algunos rumores de los chicos.
“Los solteros de la famosa boy band disfrutan de ese privilegio, a los tres se les ha visto en clubs en diferentes ciudades. Se rumora que James Yammouni es todo un chamuyero; se le ha relacionado con varias artistas y modelos. Esperemos que no rompa más corazones.”
En ese instante solté el tenedor que tenía en la mano y me quedé estática.
Que James fuera como mi tutor no era un secreto en la clínica, y sospechaban que lo nuestro iba más allá de una amistad. Una de las chicas al escuchar aquello se volvió hacia mí. Yo aún estaba conmocionada al haber escuchado ese rumor. Fue la gota que derramó el vaso. Reaccioné y me levanté de la mesa con brusquedad, podía sentir ya las lágrimas al borde de mis ojos. Sabía que las miradas estaban puestas en mí, pero en ese momento lo único que quería era salir de ahí tan rápido como fuera posible. Había sido una mala idea ir a desayunar.
Corrí hasta la habitación, las lágrimas ya no pudieron contenerse y ahora mi cara estaba empapada. Estaba destrozada. No sé porque no lo vi venir antes. James no iba a preferir a una prostituta como su novia, cuando tenía artistas y modelos detrás de él. Me sentía tan tonta, ¿Cómo me pudo haber pasado por la mente que James me amaba de verdad? ¿Cómo pude creer que yo si podía tener un romance con un final feliz?
Lloré, lloré desconsoladamente. Sentía que se me oprimía el pecho y que no me dejaba respirar bien. Tenía el corazón roto.
No sé por cuánto tiempo estuve ahí tendida en la cama llorando y sollozando. Pero había llorado todo lo que podía y ya no me salían más lágrimas. Respiraba dificultosamente y moqueaba un poco.
Entonces una sensación extraña comenzó a sentirse dentro de mi cuerpo. Era más fuerte que otras veces, no me sentía bien. Me arrastré hasta la esquina de la cama y me abracé a mis piernas. Apreté las manos en puños, con fuerza, y también apreté la mandíbula. Pero no pude controlarme. Me levanté y comencé a caminar en círculos por la habitación, me pasé las manos por el cabello repetidas veces y no podía quedarme sentada en un solo lugar. Traté de relajarme, respirando profundamente, pero nada cambió. Me frustré y le di una patada a la puerta del baño. Me dejé caer en el piso y volví a sollozar, poniendo mis manos en mi cara. Todo estaba mal, todo. Fue ahí cuando comprendí que ya no había remedio, tenía que salir de ahí fuera como fuera o me volvería loca de pura ansiedad.
Madison, Madison, Madison, Madison, Madison, Madison, Madison, Madison, Madison, Madison, Madison.
Las noches en vela habían valido la pena, sin nada que hacer por las noches me había dedicado a sentarme en el piso y con la puerta ligeramente abierta observaba la clínica que por las noches parecía vacía. Con el paso de las noches me di cuenta que siempre había alguien vigilando, un guardia que se paseaba por el gran pasillo de las habitaciones, atento a cualquier cosa a su alrededor. Parecía que éramos criminales, pero en fin el lugar parecía una cárcel. A mitad de la noche algo ocurría diariamente, a la misma hora y en el mismo lugar; el cambio de guardia. Ese vigilante dejaba el lugar por unos cinco minutos, luego aparecía otro tomando el lugar del anterior. Eran cinco minutos, ni un minuto menos ni un minuto más. Todos los días ocurría lo mismo y esperaba que esa noche no fuera la excepción. Iba a aprovechar esos cinco minutos para poder salir de ese lugar.
Era obvio que mi lugar ya no era ahí, yo ya no tenía ganas de rehabilitarme, ya no tenía una motivación. James no estaba, la única persona que creía que iba a cambiar ya no le importaba. No era necesario seguir engañándome a mí misma. Ese lugar me tenía harta, ya no podía. Me rendía, así de simple.
Me pegué a la puerta y la abrí solo un poco, el guardia seguía ahí paseándose de un lado a otro. Miré el reloj que se encontraba en mi pared, faltaban solo dos minutos para que dejara su guardia. Me mordí el labio y lo mastiqué con impaciencia, hasta que me hizo sangrar un poco. El reloj marcó las dos de la mañana y en se mismo instante el guardia miró su reloj, paseó la mirada por su alrededor y se fue de ahí dejándome el área despejada.
Suspiré profundamente, podía sentir que un nudo en la garganta se me formaba. Decepcionaría a muchos, pero ya no importaba, nadie podría arreglar lo que era. Abrí la puerta y comencé a correr en dirección a la puerta principal, el tiempo estaba contado así que no debía retrasarme ningún minuto. Mientras corría las imágenes de las personas que me habían brindado su apoyo aparecieron en mi mente, Macy, mi terapeuta, Skip, Beau, Luke, Jai, incluso Cassie y Katy y finalmente James, fue ahí cuando sentí que una lágrima resbalaba por mi mejilla. “Lo siento” pensé.
Llegué hasta la puerta principal y la abrí sin ninguna dificultad, pero una alarma comenzó a sonar. Eso hizo que reaccionara y comencé a correr lo más rápido que pude, lejos de ahí. No podían atraparme, no podía dejar que me encontraran. Volvía la cabeza sobre mi hombro de vez en cuando para comprobar que nadie me estuviera siguiendo, pero no paré hasta que supe que era seguro.
Agitada y con la respiración entrecortada disminuí la velocidad hasta pararme justo en la entrada de un metro. Me llevé la mano al pecho y podía notar que mi corazón latía con fuerza. Era momento de decidir qué haría. No estaba preocupada, sabía cómo sobrevivir en las calles. Iba a estar bien o eso pensaba.
Me adentré en la estación del metro mientras pensaba en un lugar a donde ir. Necesitaba dinero, y desconocía la cuenta de banco donde James había estado guardando todo mi dinero. Así que lo primero que debía hacer era conseguir dinero. Sabía que estaba haciendo las cosas mal, que todo lo que había avanzado se estaba yendo a la basura, pero ya no podía más con la ansiedad ni la tristeza. Volvería la antigua Madison.