En ese momento la tensión en el ambiente se fue y todo se volvió más relajado. Había un desastre en el baño y si alguien entraba a limpiar pensarían que habían asesinado a alguien. Me dispuse a limpiarlo y James me ayudó con las sabanas empapadas. Mientras lo hacíamos estuvimos platicando.
-¿Enserio no quieres que te revisen eso? – preguntó distraídamente.
-Te lo dije, voy a estar bien, no fueron cortes profundes – contesté mientras dejaba que el agua de la tina se fuera – Oye… una cosa más… no es necesario que me pagues todo el tiempo que esté aquí. Con lo que me has dado ya es suficiente.
James se acercó al baño, con los brazos ocupados por las sabanas y con una expresión confundida.
-Pensaba seguir haciéndolo, después de todo yo sabré hasta cuándo.
-Es mucho dinero… podrías disminuirlo o no sé… - me rasqué la cabeza y él rió.
-No, no haré eso. Y para que no te preocupes de nada pondré el dinero en una cuenta del banco, así estará seguro.
-Gracias – murmuré y esbocé una media sonrisa mientras volvía a darle la espalda.
Seguí limpiando hasta que las manchas rojas desaparecieron. Regresé a la habitación y James había quitado todas las sabanas mojadas. Esta noche no dormiría tan cómoda, pero no importaba, con el colchón era suficiente. James me pasó una manta que estaba guardada en un armario. Yo la tomé y me dejé caer al piso, con la espalda recargada al borde de la cama. James se acercó y se sentó a mi lado.
-¿Estás bien? – preguntó en voz baja, parecía que no le quedaba claro, creía que mentía.
Asentí y suspiré.
-Eso haces cada vez que… no… – comenzó a preguntar y yo negué.
-Es la primera vez que lo hago – contesté – Pero créeme, no tengo ganas de volverlo a hacer. Fue una emergencia, ya no volverá a pasar. Te lo prometo – por alguna razón me importaba que James supiera que yo iba a estar bien. No debía preocuparse por mí, debía demostrárselo.
-Yo sé que no te gusta hablar de tu vida… - comentó - pero… ¿siempre es así de… difícil?
Me volví a él, quien me miraba con curiosidad.
-Hay días buenos, y hay días no tan buenos. Y en esos días no tan buenos hay que saber soportarlos – contesté mirándolo a los ojos, me encantaban, brillaban de una manera especial. No sabía si yo los veía así, o de verdad así eran.
-Quiero que sepas que me preocupo por ti, a pesar de que llevemos muy poco conociéndonos –me dijo y pasó un brazo a mí alrededor – Más que nada, quiero ser tu amigo – sonrió.
Se me hizo un nudo en la garganta, sentir ese apapacho y esas palabras eran las más bonitas que había escuchado en mucho tiempo. Me contuve las lágrimas, no iba a llorar. Aunque me hubiera gustado que no se lo tomara tan personal, quien sabe que podía pasar después, podría irme sin decirle adiós, podría decepcionarlo. No quería que sufriera.
-Amigos… me hace falta uno, así que acepto – contesté divertida, él se rió y me apretó más hacia él en un tierno abrazo lleno de cariño.