-¿Por qué me has traído hasta aquí? – preguntó James cuando salimos al aire frio.
Nos encontrábamos en la azotea del hotel, había quince pisos por debajo de nosotros y la ciudad se veía espectacular desde esa altura.
No contesté a su pregunta, me abracé a mí misma, ya que el frio viento me puso la piel de gallina. Luego me acosté en el piso, mirando las estrellas. La presencia de James se sintió a mi lado unos segundos después, se había acostado también y cuando me volví respingué al ver su cara a solo unos centímetros de la mía. Él se rió y lo imité.
-¿Qué quieres decirme? –preguntó aun con esa sonrisa que me dejaba sin aliento.
Suspiré y volví la mirada de nuevo al cielo.
-Hay cosas de mí que debes saber – musité y tomé aire - Yo… soy de un pueblo que esta a un horas de Londres, se llama Reading, ahí solía vivir. Mi familia siempre fue un caos. Mi padre era un loco desquiciado, que golpeaba a mi mamá cada vez que se le antojaba, la trataba como la mier*da. A mí y a mi hermana, nos aterraba esa situación, nos daba mucho miedo. Y claro, cuando queríamos defender a mi mamá, también recibíamos golpes. No podíamos hacer nada.
“Cuando crecí, cada vez me daba más cuenta de la gravedad del problema – al recordar, sentí un nudo en la garganta y mi vista comenzó a nublarse - Comencé a defender a mi mamá más, y los golpes fueron más fuertes y con más frecuencia. Yo le dije a mi madre muchas veces que nos fuéramos, que esa situación era insoportable. Prefería vivir en la calle a estar así en un hogar donde solo había violencia. Y ella no quiso – se me quebró la voz cuando lo dije - no me hizo caso, y no entiendo por qué demonios se quedó. Yo no aguanté más, no podía quedarme ni un segundo más en esa casa. Era lo bastante grande como para valerme por mi misma, así que me fui, abandoné mi casa, abandoné a mi escuela y a mi familia. Me alejé sin mirara atrás. Con tan solo unos meses para cumplir dieciocho años.
Sentí como una lágrima se resbalaba por mi mejilla, pero la limpié rápidamente.
-Llegué a la ciudad y no perdí el tiempo, comencé a trabajar. Como era menor de edad solo me contrataron en empleos que no eran muy mal pagados, pero yo de alguna manera tenía que sobrevivir, tenía que salir adelante por mi cuenta. Trabajaba todo el día, por las mañanas en un restaurant de comida rápida, por las noches en un bar. En ese bar me tocó conocer a personas… no malas… simplemente con problemas, al igual que los míos. Leslie, también trabajaba ahí, era dos años más grande que yo y la diferencia de edad no nos impidió llevarnos tan bien. Le conté mis problemas, en mi familia y sobre la falta de dinero. Entonces me contó lo que ella hacía para ganarse mucho más dinero que en ese bar de mala muerte.
-Prostitución – interrumpió él y yo asentí.
-Sí, ella me dijo que vendía su cuerpo a desconocidos ricos. Era algo que no la enorgullecía pero que no podía dejar de hacerlo. La paga era increíblemente mayor que lo que ganaba en un día en ese bar. Y claro yo…necesitaba más dinero, no tardó en convencerme. La necesidad me llevó a hacer lo que… hago ahora o hacía antes que tu aparecieras – sonreí y lo miré, el estaba mirando al cielo – Y en ese ambiente conocí a más chicas, con hábitos malos que me arrastraron a ellos – una vez más la voz se me quebró.
“La primera vez que… - esta vez no pude contener mis lagrimas, era un momento que quería olvidar y contarlo me daba escalofríos – que… me vendí, fue la peor experiencia que haya vivido en toda mi existencia. Lo peor. Pero eso sí, por mi virginidad me pagaron muy bien – sollocé – no me podía quejar. Aun así no podía sacar de mi mente a esa tipo recorriendo mi cuerpo con sus asquerosas manos, haciéndome cosas que yo ni squiera sabía que se podía hacer, y parecía que entre más gritaba de dolor, más le gustaba al hijo de puta – dije y me limpié las lagrimas –Lo peor. Cuando regresé con las chicas y me vieron de aquella manera me ofrecieron un escape a todo eso, a todo es sufrimiento que sentía. Cocaína y créeme, que después de todo lo que pasé, eso fue lo mejor que me pudieron haber dado.
Me callé y mi mente pensaba en esos recuerdos que ya hace tiempo los había enterrado. Suspiré y continué.
-Se me hizo una costumbre drogarme después de estar con alguien, así me olvidaba de todo. Y esa costumbre se volvió cada vez más insistente, ya no era solo una vez por día sino que eran varias veces al día- tragué con dificultad, porque aun sentía un nudo en la garganta – Pero a mí no me importaba, a mi me gustaba hacerlo, y entonces el dinero que ganaba se fue convirtiendo poco a poco en el dinero de la droga. Y seguía sin importarme. Me despidieron del trabajo, y tampoco me importó. Sabía que con lo que hacía tendría más que suficiente.
“Recuerdo que algunas veces estaban tan colocada que despertaba en lugares públicos, donde no recordaba cómo había llegado a ese lugar. Igual, no me importaba nada. No tenía nada porque preocuparme, nadie me estaba esperando en casa, nada estaba al cuidado de mí. ¿Para qué preocuparse?
Las lágrimas caían desde mis ojos empapando mis mejillas una vez más, ya no pude contenerlas.
-Y así fue mi vida durante un par de años, sexo y drogas, sexo y drogas, cada noche, cada día…- murmuré – y me arrepiento de tantas cosas. Yo no quería una vida como esta pero… la necesidad me había llevado a todo esos ambientes malos, a la perdición. Tal vez de la única cosa que no me arrepiento es de haber dejado mi casa, cualquier cosa era mejor que estar ahí.
“Perdí el contacto con las chicas, mis compañeras, por llamarlas de alguna forma. No sé a dónde se fueron, un día despertaba y había un menos. Hasta que me quedé completamente sola… – me sorbí la nariz – Y esa es mi triste historia, la que no quería contarte, porque es triste y fea… – me encogí de hombros.
James no dijo nada, siguió mirando el cielo.
“Hace un par de días, me encontraba en la habitación, soñando despierta… - comencé a explicarle a James lo que tenía que decirle – y me drogué… No recuerdo nada después de aspirar la coca, no sé cuánto tiempo estuve así ni cómo llegué hasta aquí arriba. Cuando reaccioné me encontraba a un paso de caerme del techo – murmuré y solté unas lagrimas más –Me asusté horriblemente, James. Pude haber caído y… pude haber muerto – solté en un sollozo- trataba de recordar, desesperadamente, porque estaba ahí, porque había estado a punto de tirarme. Pero no podía, la droga me había dejado muy mal, sin recordar nada. Y el saber que pude haber muerto en solo un instante, me dio a entender que realmente le temo a la muerte. Tal vez mi vida sea una *beep*, sea una total *beep*, pero yo no me quiero morir, y no de esa forma –comencé a llorar audiblemente – Las malditas drogas me tienen muy mal James, las malditas drogas – me reincorporé y me agarré la cabeza – yo ya no quiero vivir así, James. Tengo problemas y no sé cómo pararlo, pensé que podía hacerlo sola, pensé que esto no me dominaba, pero no, estaba muy equivocada- James se sentó a mi lado y me miró con preocupación, pude notar que también sus ojos tenían lagrimas –Estoy aterrada por lo que sucederá ahora, tengo a miedo a no poder. Ayúdame James. Tengo problemas y ya no quiero estar así, ya no quiero ser una adicta, ya no quiero.
James enseguida me abrazó y yo comencé a sollozar aun más. El acarició mi cabeza, pasando sus dedos por mi cabello, acariciando mi espalda con cariño, con consuelo. Yo me aferré a su cuello y a su pecho, empapándolo todo en lagrimas. Yo ya no podía con esto, todo se estaba volviendo cada vez más duro. Yo no quería terminar de aquella forma, yo quería seguir viviendo, y no me había dado cuenta que James había aparecido en mi camino por esa razón, para salvarme de toda la *beep* que había tenido en mi vida. Para ayudarme.
-Vas a estar bien – me dijo tomando mi cara entre sus manos - ¿ok? No voy a dejar que te pase nada malo, vas a ver que todo va estar bien. Yo te voy a ayudar y vas vivir, feliz – aseguró, besó mi frente con dulzura y volvió a abrazarme.
Al fin había sacado todo lo que había tenido guardado durante mucho tiempo, algo que no me gustaba recordar pero haberlo sacado todo me había hecho sentir mejor. Al igual que aceptar que no estaba bien, que necesitaba ayuda, que tenía problemas y quería salir de ellos. Había sido un paso muy grande, y todo se lo debía a James por demostrarme que yo si valía la pena. Por darme esperanza.