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Estaba en un lugar precioso, un prado lleno de flores azuladas , con
una luz rojiza de atardecer. Estaba tirada mirando algunas nubes
esponjosas que pasaban lentamente. Cuando mire a un costado, Soledad
estaba allí, tirada conmigo. Me sorprendí un poco, pero ella me sonrió y poco a poco se acercó más a mí. Primero me tocó el pelo, acariciándolo hacia atrás dulcemente. Movió su dedo pulgar y lo pasó por mi ceja lentamente, acercando su cuerpo al mío cada vez más. Bajó por la nariz sin dejar de mirarme con aquella mirada intensa y penetrante. Siguió por la mejilla hasta deslizarse lentamente en mi boca. La rozó lentamente, varias veces, con aquél movimiento eléctrico que me estaba volviendo loca.
Finalmente deslizó su mano detrás de mi cabeza, lentamente, entrelazando
sus dedos con mi pelo. Me apretó suave pero con pasión hacia ella, y
cuando estaba a punto de besarme ... desperté.
Aquél fue el único sueño bonito que había podido tener en las apenas
dos horas que había conseguido dormir. No me sentía bien del todo. Aquél sueño, a la vez de haber sido el más bonito que había tenido desde hacía mucho tiempo, me dejó una sensación extraña en el cuerpo. Las nubes que volvían a cubrir el cielo, no hacían más que acompañar mi estado de ánimo. Me sentía agotada y con los ojos hinchados. Ya hacía dos noches
que no dormía bien. Me había pasado horas dibujando y escribiendo
intentando conseguir algo de sueño. Las palabras de Spledad,pidiéndome
que le dejara leer una de mis historias, me habían dado una gran
motivación para seguir y esforzarme más que nunca. Por lo menos, la ceja
iba curándose bien y con un poco de suerte no dejaría cicatriz.
Las primeras horas de clase pasaron muy lentamente y me alegró
escuchar el timbre que anunciaba el comienzo del recreo. Por lo menos
estaba más cerca de la última clase, en la que estaría Soledad, y el simple
hecho de pensar que la volvería a ver, me ponía nerviosa.
Cuando salí al patio, me senté como siempre en unos de los bancos
más alejados del colegio, donde normalmente solía estar tranquila y esos cortos treinta minutos, los pasaba leyendo, escribiendo o dibujando, pero no sería el caso de ese día.

- ¿Qué haces acá sola? -me saludo Liara en un tono forzado.
Me agarraron completamente desprevenida. Estaba consentrada con uno de los dibujos que estaba acabando para una de mis historias, la que había empezado para Soledad, y ni siquiera vi que se acercaban. Intenté esconderlo disimuladamente antes de que Liara pudiese verlo, pero ya era tarde, y sin que pudiece darme cuenta, lo agarró.
- ¿Qué es esto? -dijo maléficamente mientras lo miraba. -¡Oh!, así que también dibujas.
La miré desafiante mientras me levantaba para intentar recuperar mi cuaderno. Intenté agarrarlo pero lo apartó, riéndose.
- Oh, entiendo. Quieres que te lo devuelva, ¿no? -y se rió mirando a las demás, que también rieron. -No sé, chicas,¿qué les parece?
Se volvieron a reír. Intenté agarrarlo de nuevo y nuevamente lo alejo.

Enamorada De Mi Profesora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora