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Se volvieron a reír. Intenté agarrarlo de nuevo y nuevamente lo apartó.


La rabia me estaba empezando a hervir la sangre, y tenía ganas de pegarle un puñetazo en toda la cara de hipodino deforme que tenía, pero sabía que no debía rebajarme a su nivel. Tenía que mantener la calma, sin mostrarles ni un


signo de debilidad. Liara volvió a mirar los dibujos, pasando las


páginas con cara de desprecio.


- A mí me parece que son una basura. ¿Por qué querrías tener esta mierda? -dijo arrancando una de las


páginas y rompiéndola por la mitad mientras soltaba su


irritante risa.


Vi, con dolor, cómo arrancaba varias páginas, y poco a poco las iba


rompiendo. Mis dibujos iban cayendo al suelo hecho trizas. Cuando


terminó, se fue, no sin antes pisar mis dibujos rotos y soltar algún que otro


insulto. Esperé a que se fuera para recoger los trocitos y guardarlos en mi mochila. Tendría que haberlo impedido le tendría que haber pegado, o por lo menos gritado algo, pero no pude.


Cuando lo recogí todo, me dirigí hacia el lavabo. Tenía ganas de


llorar, así que si tenía que hacerlo por lo menos sería en privado. No les


daría el gusto de que me vieran. Me sentía sola y débil, y sólo podía pensar en lo bien que me haria un abrazo de Soledad en aquel momento, un abrazo muy fuerte, que me hiciera sentir protegida, y entonces, cuando me tuviese agarrada, me diría con aquella preciosa voz que todo estaría bien. Pero tenía que hacerme a la idea de que Soledad jamás me abrazaría, y jamás me besaría como estuvo a punto de hacerlo en ese sueño.


Cuando estaba a punto de llegar al baño con un nudo de la garganta


causándome mucho dolor, la voz de Soledad me sorprendió.

Enamorada De Mi Profesora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora