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Me tumbé en el
suelo, mirando los árboles dejando que el sol calentase mi piel. Era una
sensación maravillosa. Intenté no pensar en nada, concentrándome en lo que me rodeaba y nada más. Y allí llevaba ya como unos diez minutos,
bien tranquila y relajada, cuando de repente apareció una cara sonriente
justo encima de mí que casi me provoca un paro cardíaco.
- ¡Aaaah! –Grite dándome el susto de mi vida.
Cuando pude concentrarme un poco en lo que estaba pasando, el
corazón me dio casi se me sale del cuerpo . Era Soledad
- Perdón , no quería asustarte. Llevo un rato llamándote pero no me escuchabas –se disculpó sin poder
reprimir una sonrisa.
- ¿Pero qué te pasa? –le dije un poco enojada, mientras me levantaba aún alterada. – ¿Me quieres matar
del susto o qué?
- Lo siento de verdad –dijo mientras no podía evitar
sonreír.
- Y encima te da gracia.
- No, no es eso, es que tienes la cabeza llena de pastos –y siguió intentando evitar sonreír.
Me sacudí un poco para quitármelas, pero estaban por todas partes.

Espera que te ayudo –me dijo amablemente.
Se acercó a mí y fue quitando los pastos de mi pelo, y a mí se me
aceleró el corazón al tenerla tan cerca. La miré sonrojada intentando no
parecer muy nerviosa.
- No te preocupes, da igual. Ya se caerán.
- Ya están casi todas –y sonrió mirándome a los ojos
mientras quitaba las últimas cositas.
Intenté acicalarme lo mejor que pude y respiré para tranquilizarme.
Me fijé en ella que también tenía la respiración acelerada, y me di cuenta de que había estado corriendo. Llevaba un conjunto deportivo que le quedaba increíble. Estaba un poco sudada y con las mejillas coloradas. Estaba muy sexy y a mí me estaba entrando muchísimo calor. Ahora el infarto me iba a dar por otras razones.

Enamorada De Mi Profesora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora