Capitulo 3

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Arropado, cómodo y tumbado sobre la cama abrió los ojos pero al instante se arrepintió de hacerlo. Ya era de día y la luz del sol entraba de forma agresiva a través de la ventana de la habitación. Soltó un gemido dolorido y volvió a cerrar los ojos. Sentía como el cerebro le bombeaba dentro del cráneo, se sentía mareado y revuelto. Por unos segundos hundió el rostro en la almohada intentado disipar todo tipo de malestar que podía estar sintiendo, pero, como bien él ya sabía de primera mano, aquello no daba sus frutos. 

Se removió sobre la cama, frotándose el rostro con las manos y soltando pequeños gemidos lastimeros.

-Fred... -intentaba hablar en alto para llamar a su amigo pero, obviamente, no lo consiguió y su voz a penas resultó ser un susurro ronco. 

Con pereza y dificultad se sentó sobre la cama. Comprobó que lo único que llevaba puesto era su ropa interior y, del simple hecho de mirarse a sí mismo casi completamente desnudo, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Alargó el brazo para pillar la manta de lana fina que estaba hecha una bola sobre la cama y se cubrió con ella. 

Levantándose y a pasos lentos y pesados se acercó a la puerta de la habitación para salir de allí. Algo inusual cuando llegó al diminuto pasillo que separaba la habitación de la otra parte de la casa (cocina-salón en uno) fue el olor a comida recién hecha lo que le puso el estómago del revés. Sacó una de sus manos de la manta y se la llevó al rostro para taparse la nariz en un vago intento por que aquel olor no se colase en sus fosas nasales.

Odiaba a Freddie... Él casi nunca sufría de esos malestares después de una noche de fiesta, Roger era el que peor lo pasaba de los dos, y como si quisiera vengarse por algo Fred siempre cocinaba algo a la mañana siguiente para su propia diversión de ver a Roger vomitando durante toda la mañana.

-A buenas horas te despiertas, rubia. Voy a empezar a pagar a alguien para que sea tu despertador personal -bromeó mientras revolvía un par de huevos en una pequeña sartén (la única que tenían) sobre el hornillo.

-¿Por qué malgastas la comida cuando sabes perfectamente que no puedo llevarme nada a la boca? -preguntó mientras se sentaba en una silla de madera y se apretujaba más contra la manta. Freddie rió.

-Verte tal y como estás ahora es mucho mejor que tener comida al día siguiente, definitivamente -Roger lo miró con mala cara y le hizo un gesto con la mano bastante vulgar.

Freddie dividió la escasa comida en dos partes y las puso en dos platos, uno se lo puso a Roger en frente sobre la mesa de madera vieja y el otro se lo puso frente a él mismo, comenzando a comer al momento con las manos.

-Quiero vomitar... -habló mientras miraba la comida con cara de desagrado.

-No comer después de que haya cocinado es de mala educación. Traga -Freddie cogió de la comida de Roger y le obligó a abrir la boca para metérsela. El rubio se quejó y le miró enfadado pero no le quedó otra que masticar.

La tripa de Roger rugió con tanta rabia y tan estruendosamente que hasta Freddie dejó comer por un segundo. Eso tan solo provocó lo que ambos se temían desde que el rubio se había levantado y, obviamente, lo que siempre ocurría en una mañana como esa. 

Roger agachó la cabeza hacia un cubo de madera situado al lado de su silla en el momento exacto en que una sonora arcada abandonó su garganta, comenzó a vomitar. Aquel cubo siempre estaba en el mismo sitio porque casi siempre en días como ese tenían que usarlo, en especial Roger. Vomitó durante unos largos minutos durante los cuales Freddie se pasó sujetándole el pelo para que no se manchase, riéndose y mirando a su amigo vomitar con cara de asco.

-Soy tu admirador número uno, Roggie -cuando ya hubo terminado de echar lo poco que aún le quedaba en el estómago, Freddie agarró el cubo, se acercó a la ventana y sin molestarse en mirar si había alguien por la calle tiró el contenido a través de esta.

Intocable • maylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora