Capitulo 46

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Sus manos temblaban. Sus piernas también lo hacían.

¿Estaba nervioso?

Mentiría si dijera que solo lo estaba un poco. Estaba muy nervioso. Eran esos nervios que se quedaban atascados en la garganta. De esos que podían marcharse unos segundos y regresar pasado ese tiempo con mucha más intensidad que la última vez. Pero aun así no se echó atrás.

Tanto John como Elizabeth le habían dicho que lo que quería hacer era una locura. Pero últimamente se sentía atraído por todo aquello que era una locura. Se sentía atraído por las cosas prohibidas y las que le traerían problemas. Solo quería tener ese día especial con la persona indicada, aquella que debería haber sido en un primer momento.

Terminó de peinarse la melena rizada y salió de su habitación. A penas se había cruzado con Roger desde el día anterior cuando los descubrió a él y a Eli poniéndose vestidos y maquillándose. Quería haberse acercado a él para decirle que lo que había visto había sido de las cosas más bonitas que había apreciado nunca, pero cuando veía que Roger le observaba con pánico al acercarse y al comprobar su tonalidad colorada de vergüenza decidía esperar un poco.

Pero ese día debía hablar con él. Así que bajó las escaleras y lo encontró solo en la cocina metiéndose a la boca una de las galletas que Elizabeth y él habían horneado juntos esa mañana. Al verlo, Roger se la tragó de un bocado y le miró pálido.

-Hola -dijo en voz aguda. Brian ahogó una risita.

-Hola -se acercó unos pasos y al ver que Roger no se alejaba pero que mantenía su mirada gacha le tomó con delicadeza del mentón y le obligó a mirarle -. Has estado ignorándome todo el día.

-Que va -rió nervioso -, solo... estaba ocupado.

-Si es por lo del vestido no tienes de qué avergonzarte -dijo sin más. La mirada del más pequeño se puso con sorpresa sobre la suya y las mejillas se le volvieron a poner rojas como dos tomates maduros. Brian sonreía de ese modo que no mostraba los dientes y que podía hacerle desmayar a cualquiera. Roger sintió sus piernas flaquear -, te quedaba muy bien. De hecho, dudo que haya alguna prenda de ropa que te quede mal.

-No exageres -dijo más aliviado -. ¿Entonces sí te gustó?

-Sí -asintió sin una pizca de duda -. A penas llegué a verte bien porque empezaste a correr y a chillar como un desquiciado, pero lo poco que vi me gustó -ambos rieron.

-Pues tendré que volver a ponérmelo -ambos se acercaron más hasta que sus cuerpos llegaron a rozarse entre ellos. Brian había elevado la mano del mentón a los mechones de su pelo con los que comenzó a jugar entre sus dedos.

-Puede que prefiera que no te pongas nada.

Roger elevó las cejas y sonrió sorprendido.

-Ah, ¿sí? -aproximaron sus rostros. Sus narices se rozaban entre ellas y sus respiraciones se entremezclaban -, supongo que no tengo de lo que quejarme.

Se unieron en un beso lento y jugoso. Brian le tomó del rostro con las dos manos mientras jugaba con la lengua del menor, saboreando y profundizando, mientras que Roger mantenía las suyas apretando su cintura, aplastando entre sus dedos su camisa.

Estaba necesitados de contacto y de eso fueron plenamente conscientes cuando la tonalidad del beso y las caricias fueron adquiriendo un ritmo mucho más elevado. Roger coló las manos bajo su camisa y empezó a acariciar la ardiente piel que quemaba sobre las palmas de sus manos. Brian bajó una de sus manos hasta su cintura y apretó, guiándola lentamenta hasta su trasero para darle una fuerte caricia después.

Roger dejó escapar un suspiro dentro del beso y Brian aprovechó para morderle ligeramente el labio inferior sin llegar a hacerle daño.

Casi no se dieron cuenta del rumbo que todo eso estaba tomando hasta que la espalda baja de Roger chocó contra la mesa de madera que se situaba en el centro de la cocina generando un ruido que improbablemente pudiera pasar desapercibido.

Intocable • maylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora