Capitulo 13

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Lo primero que recibió a Roger nada más entrar en casa fue la extraña soledad de su apartamento. Estaba frío y oscuro, como muchas veces antes, pero por algún casual esa vez lo sintió diferente. 

-¿Fred? -no hubo respuesta. Obviamente Freddie no estaba en casa.

No quiso darle mucha importancia ya que dio por hecho que estaría en Hole. Volvió a sentirse mal por haberle dado plantón pero no quiso darle más vueltas, las peleas, como siempre, acababan pronto. Con pereza se dirigió a la habitación y lentamente se desnudó. Cuando tuvo su precioso traje verde entre sus menos tuvo que sonreír sin poder evitarlo. Le recordó a Brian y solo por eso tuvo que sonreír. 

Escondió el traje lo más al fondo que pudo del armario, no quería que Freddie lo encontrara por su cuenta, prefería enseñárselo él directamente. Y finalmente sin molestarse en ponerse el pijama se metió bajo las frías y ásperas sábanas de la cama. 

No tardó mucho en dormirse. En su mente siempre estuvo presente el precioso rostro de Brian y su reluciente sonrisa, aquella que rara vez no mostraba al mundo. 

Roger se despertó con la brisa fresca que se colaba a través de la ventana y con la luz que se colaba entre sus cortinas. Se desperezó bostezando y frotándose los ojos como un niño pequeño. Cuando se dio la vuelta para enfrentar el lado opuesto de la cama terminó por espabilarse casi por completo.

Freddie seguía sin estar.

Y normalmente despertaban juntos y si no lo hacían ya sería capaz de percibir el olor a huevos que vendría desde la cocina. Pero solo había silencio.

Se levantó de un salto y volvió a hacer el intento.

-¿Freddie? -caminó por el diminuto pasillo hasta el salón y de nuevo no había nadie.

A lo mejor había salido a tomar el aire, o había encontrado a un buen partido la noche de ayer y se les había echado el tiempo encima entre polvo y polvo. En cualquier caso Roger no pudo evitar inquietarse. 

-No te preocupes, Rog... seguro que sigue enfadado y lo que quiere es darte un susto -se susurró a sí mismo -. ¡Pues no voy a dejar que me asuste! No, señor.

Dicho y hecho decidió que su día laboral no debía ser interrumpido por la falta de Freddie. Y de todas formas como ya había ido al mercado veces antes él solo no le encontró mayor problema al asunto.

Pero en el mercado no pudo estar más de cinco minutos seguidos sin pensar en Freddie. Era angustioso porque nunca habían estado más de unas pocas horas separados y ya casi llevaban un día entero. Cualquiera diría que eso es dependencia, y no estaban lejos de la verdad, pero a Roger le daba igual el nombre que la gente le pusiera. Él no podía estar sin Freddie. Al final de todo solo se tenían ellos dos.

Tuvo que volver a casa al rededor de las seis de la tarde. Ni siquiera pudo rendir al cien por ciento, no era capaz de concentrarse. Algo le decía en su interior que algo malo podría haberle pasado a su mejor amigo. Era una presión, un sentimiento muy profundo pero que estaba presente. 

Pero al llegar a casa todo fue igual.

Lo buscó en cada diminuto roncón de la casa pero Freddie no estaba. No estaba y Roger sentía que el corazón se le disparaba del pecho.

Tenía ganas de llorar y sentía que le faltaba el aire. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no había aparecido todavía? Veinticuatro horas sin ver a Freddie eran demasiadas y ya empezaba a imaginarse los peores escenarios ante sus ojos.

No, no, no y no.

Algo que le salvó de las ganas que tenía en ese momento de tirarse por la ventana fueron los suaves golpecitos en su puerta. Corrió hacia ella.

Intocable • maylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora