Capitulo 20

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Pero al día siguiente sí lo pensó.

Nada más abrir los ojos ni siquiera fue la luz que entraba furiosamente a través de su ventana, no fue tampoco la brisa fresca que inundaba su cuarto. No fue nada de eso. Fue el rostro de Elizabeth lo primero que se presentó ante su imaginación. Ella con Roger a un lado.

¿Cómo podía haber hecho lo que hizo? No tenía sentido. Había rechazado a Elizabeth en incontables ocasiones. Había evitado hacer con ella algo que no fuesen más que inocentes besos o roces. Y con Roger nada más presentársele la ocasión lo hacía. Se olvidaba de todo y lo hacía.

Pero había algo.

No estaba arrepentido. Y por no estarlo no pudo evitar las lágrimas que se le empezaron a acumular en los ojos. Había engañado a su prometida, a la mujer de su vida, a la joven con la que se iba a casar y de la que estaba enamorado. Era una persona horrible. Pero todo ese pensamiento desapareció al instante. Y lo hizo porque su cabeza se vio obligada a mirar a su lado.

A apenas a unos centímetros de él, con el pelo revuelto sobre su rostro y apoyado en la almohada, con los labios ligeramente abiertos y los párpados tranquilamente cerrados. Desnudo pero cubriendo con la fina sábana de seda su entrepierna. Roger dormía plácidamente como si fuera el ser más hermoso en ese mundo. Y claro que no podía negarlo. Lo era.

De repente todo desapareció. Lo hicieron hasta las lágrimas que había retenido durante ese corto periodo de tiempo y giró su cuerpo para encararlo. Se acercó tanto a él que sus rostros permanecieron muy juntos. La respiración del más pequeño le peinaba el rostro. No se alejó y se dedicó a observarlo desde su posición.

Sonrió.

Era precioso. No solo Roger en sí, sino el momento. Cómo un joven rubio de clase baja como él había conseguido hacerle sentir tantas cosas maravillosas junto a tantos sentimientos encontrados. Ya no había remedio, no podía separarse de él y sabía que no podría hacerlo nunca. No podría soportarlo. El sentimiento era muy fuerte y eso solo podía significar una cosa.

Entonces los párpados de Roger comenzaron a temblar un poco. El chico se removió y aun con los ojos cerrados dejó escapar un pequeño bostezo. A Brian le pareció un gesto adorable.

-Buenos días -susurró justo cuando los bonitos ojos de Roger conectaron con los suyos.

-Buenos -dijo y sonrió. Observó a Brian de la cabeza a los pies y un sonrojo conocido se instaló en sus mejillas -. ¿Cómo te sientes?

-Genial.

-Me alegro -dijo y volvió a revolverse. Tomó la sábana con una mano y se cubrió hasta las axilas.

A Brian le causó ternura que después de todo lo que había pasado, y siendo precisamente Roger el más activo de los dos, ahora sintiese vergüenza.

-¿Cómo te sientes tú?

-¿Sinceramente? -Brian asintió mientras Roger se acercaba a él, haciéndose una bolita justo a su lado pero levantando la cabeza para mirarle -. Mejor que nunca.

El más mayor sonrió y no esperó un segundo más para juntar sus labios en un dulce beso. Llevó su mano hasta la mejilla de Roger y la acarició en el proceso, disfrutando de ese sabor que le volvía loco.

-¿Te apetece desayunar? -preguntó una vez que se separaron. Sin esperar se quitó la sábana de encima y se puso en pie.

-Eso no se pregunta -el rubio se mordió el labio mientras observaba a Brian acercarse a su cómoda al lado del armario. Estaba de espaldas y tenía la mejor vista de su trasero bien formado y regordete.

Intocable • maylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora