Capitulo 4

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-¡No me fastidies, Brian! -gritó John espantado. Brian se lanzó hacia él y le tapó la boca con una mano suplicándole con la mirada que se callase. 

Ambos estaban en la estancia principal de la gran casa de los May, sentados en uno de los amplios sofás y con dos tazas de té caliente sobre la mesa de centro. Por mucho que intentasen evitarlo la casa tenía eco, bastante grande, y los padres de Brian estaban en casa en alguna parte. 

-No me importa que te sorprendas pero, por favor, sorpréndete en voz baja -apartó la mano de la boca de su amigo y volvió a su posición inicial esperando que ni sus padres ni nadie del personal se hubiesen dado cuenta de eso.

-Lo siento, pero... -dejó escapar una sonrisa nerviosa -, ¿sabes? no sé de qué me sorprendo. Siempre te ha gustado desobedecer.

-No me gusta desobedecer, John, es solo que... no lo sé. Supongo que algún día tendrás que venir conmigo y comprobarlo por ti mismo.

-¿Ir contigo? ¿A Smithfield para que me peguen la Peste? No, gracias -y aunque aquello lo dijo a modo de broma, a pesar de que en el fondo pensase de ese modo, a Brian no le hizo la más mínima gracia. La sonrisa de John desapareció en el momento en que su amigo lo miró molesto.

John tenía cuatro años menos que él y más que su mejor amigo, Brian lo consideraba su hermano pequeño. Sus padres trabajaron codo con codo durante bastantes años y, al igual que ellos, llegaron a considerarse hermanos, de ahí a que Brian y John crecieran juntos. 

El problema es que Brian siempre había sido más rebelde que John, y el pequeño siempre intentaba frenar sus más locas aventuras. Podría ser porque los padres de John eran más estrictos o por simple forma de ser, pero él siempre había sido el más reservado de los dos. Aún así, Brian le tenía muchísimo aprecio y nunca había desvelado ninguno de sus secretos y viceversa, es por eso que siempre se contaban absolutamente todo.

-En serio, no es lo que crees.

-Ya, tu perspectiva cambiará cuando te ataque o, repito, cuando te contagien algo.

-No son animales, John -contestó cabreado, se estaba cansando de esa manera tan cerrada de pensar. Le recordaba a sus padres.

-Sé que no lo son, Bri, pero no deberías andar con ellos. No sé, pienso que es una irresponsabilidad por tu parte y si tus padres se enterasen...

-¿Qué? Tengo veinticinco años, ya no pueden controlar todo lo que hago.

-¿Es por eso que ya se lo has dicho? ¿Que llevas semanas yendo a allí? -preguntó con sarcasmo y aquellas preguntas dejaron a Brian con la palabra en la boca. Mierda... no tenía respuesta para eso. 

-Aún así... -pensó durante unos segundos qué decir para convencer a su amigo de que ir a ese sitio no era del todo tan malo. Entonces una persona en particular, con una melena larga y rubia y unos ojos azules resplandecientes, apareció en su memoria en un instante. Sonrió -, conocí a alguien.

-¿Qué? -la cara de alarma que puso John le hizo continuar con rapidez.

-No, no. No es lo que piensas. Es solo... un chico bastante simpático que vende libros en el mercado.

-¿Libros? ¿Sabe leer?

-Claro que sabe leer. Ha leído los libros que compré -tras escucharlo, John negó con una sonrisa -. Lo digo en serio, John, es muy agradable y buena persona, deberías venir a conocerlo algún día, a él y a su amigo, aunque Freddie es un poco rarito.

-Pero si ya te sabes hasta los nombres.

-Claro que me sé sus nombres, ¿por qué no los sabría?

Intocable • maylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora