Día tres

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Marina entró a su departamento. Aún conservaba el sabor de los labios de Piero, sobre los suyos. Aún sentía la lluvia, recorrer su cuerpo, y aún imaginaba a Piero con ella, besándola, acariciándola. 

Cerró los ojos, recordando al menos un pequeño fragmento de lo que hace unas horas…había sucedido entre los dos. 

Ella se dejó llevar, se dejó besar, por él. Por Piero. Ni un su sueño más pesado se lo hubiera imaginado así, aunque…ahora ya no resultaba un sueño pesado sentir que Piero la besaba. Abrió los ojos, encontrándose con Piero, con la lluvia, y con aquel momento que había dejado pasar. Apretó fuerte su cuello, llevándose a Piero más cerca de ella. Piero la abrazó, por la cintura…no podía recordar cuan deseoso había estado por esto. Por besarla. 

- Piero…por favor…- se separó de él. Despacio. La culpa le carcomía la mente. El corazón. La idea de pensar que estaba besándolo, y que adentro, Alex la esperaba junto a su familia, no sabía cómo manejarlo. – Entiéndeme…- susurró. Piero besó su nariz. De pronto la tenía abrazada, acurrucada entre sus brazos.

- Marina…- farfulló, y sintió ese provocativo deseo de besarla de nuevo. - ya sé…sé que esto está mal. – acarició su mejilla. Marina lo miraba tierna, por primera vez no deseaba ahorcarlo, sacarlo del mapa, por primera vez sentía que podía quedarse toda la noche en aquel lugar, junto a él. 

- Es que…no está bien, entiéndelo, Piero, entiéndeme. ¿Qué pasa si me ven contigo? Yo…- le levantó el rostro con las manos. Piero miró sus ojos. No dejaba de pensar que Marinaera preciosa. Hermosa. – yo estoy a punto de casarme. 

Y tal vez era algo que no sabía. Y que le dolió en el fondo de su corazón. Saber que ella…no solo tenía novio, no solo tenía a alguien, si no que estaba a punto de unir su vida con él. Con ese imbécil que había llegado antes y que…aunque no quería aceptarlo, se la había robado.

- Te casas. – dijo herido. Ni siquiera fue una pregunta. Sino más bien una afirmación, que…como le hubiera gustado, se tratase de una jodida broma.

- Sí…- murmuró ella. Casi en silencio. No sabía que pensar, como demonios reaccionar. – Piero yo…

- Déjalo. Ya sé. – se dio vuelta. Enfurecido por la ira misma, por los malditos celos que ahora revoloteaban por su mente. – tienes razón, esto…esto no tenía que pasar. 

Marina lo miró de espaldas. Estaba realmente guapo esa noche, aunque recién lo notaba. Mierda…había deshecho el momento. Por completo. Maldijo para sus adentros, viéndolo ahí…bajo la lluvia, despeinado, enfadado, celoso, lo único que quería era abrazarlo, besarlo. 

¿Pero qué pensaba? ¿Qué Marina iba ser de él? ¿Y solo de él? …supo que sería difícil desde el momento en el que supo que tenía novio. Pero… ¿una boda?...significaba más. Significaba que en verdad estaba enamorada, y que el único sobrante…era él. Era Piero. 

- Tengo que irme. – palpó las llaves de su ato, en el bolsillo de su pantalón. Marina lo detuvo, cogiéndolo del brazo, como él lo había hecho.

- Piero …no quería que te enfadaras.

- Estoy bien. – se volteó a mirarla. Y no, por supuesto que no lo estaba. Lo único que quería ahora era conocer en persona a ese jodido novio, que en verdad, empezaba a cansarlo. La miró a los ojos, Marina estaba realmente preocupada. – ya puedes volver, si quieres.

Se subió al auto, mientras a los pocos segundos el motor se encontraba encendido. No quería pensar, ni un solo segundo. Marina… Marina Dios… era lo único en lo que pensaba. 

Y lo vio desaparecer en la mitad de la noche, después de besarlo, después de oírlo decir ‘me gustas’… no sabía porque sentía ese sentimiento en su pecho, le hacía falta. ¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué tenía que aparecer de pronto y dejarla así? …¿Por qué no apareció antes, y por qué ahora cuando faltaban tan pocos días para su boda?

Y esa misma noche, no podía dormir, ni siquiera pegar un ojo, tenía a Piero en la cabeza. Tenía sus palabras jodidamente pegadas al oído. ¿Por qué lo había jodido todo? ¿Por qué? Si…ella misma era consciente, de que no quería.

7 días - Piero BaroneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora