Día siete

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Marina sale apuradísima. Está sobre la hora, mira el reloj…joder, su madre la matará. Se lo ha dicho. Camina, casi corriendo, hasta las puertas del ascensor, con el café en la mano derecha. Toma de él, y espera a que el ascensor se estacione en su piso. 

Piero está detrás de ella, mirándola…tiene maletas en la mano. Y un pasaje de avión. Sabe lo feliz que ella debería estar en ese momento, no quiere interrumpirla, no…de veras no quiere. Pero el avión sale en poco, debe irse, y tomar el ascensor. 

Marina escucha sus pasos, tras es ella. Se voltea. Piero está ahí, conteniéndose las malditas lágrimas. Quiere besarla, abrazarla, tocarla por última vez, sentir que…es de él, como tanto quiere. Pero se abstiene. Se hace el desinteresado, y cruza hasta las puertas del ascensor. Marina no habla, está callada…ni siquiera se atreve a mirarlo. Las palabras de su madre están primero, merodeando en su cabeza. Lo mira de reojo, que guapo…Dios mío, qué guapo está. Cruza la mirada, ve las maletas. Las ganas se hacen incontrolables, necesita hablarle. 

- ¿A dónde vas? – se atreve a preguntar ella. Por primera vez lo mira. Piero sigue con aquella actitud de desinterés. 

- New York no es mi lugar…- murmura él. Miente, pues la verdad es que ama el lugar, la ama a ella, y ama todo lo que ha vivido en esos jodidos siete días. 

Marina asiente. Finge desinterés. Piero la mira esta vez, aún recuerda cuando la conoció, en ese mismo ascensor. Ríe, imaginándosela de nuevo, molesta, preciosa. Un nudo se forma en su garganta. 

- Marina… - susurra su nombre. Marina lo mira de inmediato. – solo…quiero desearte buena suerte hoy. 

- Gracias. – dice rápidamente. Piero coge sus maletas, las puertas del ascensor se abren rápidamente, él entra, Marina lo mira…tiene los ojos húmedos, Piero se va, se va para siempre, no lo verá nunca. Detiene el cierre de las puertas con sus manos.

- No te vayas…- susurra. Cierra los ojos. – por favor, no te vayas…

- Tengo que hacerlo. – Piero baja la mirada. – por ti…

- ¿Por mí? – pregunta ella. No sabe la razón.

- Quiero que seas feliz. – Piero golpea una de las paredes del ascensor. Está cabreado, jodido, la necesita a ella para ser feliz, lo sabe, lo entiende, pero no puedo hacer nada. 

- Soy feliz… - Marina lo mira a los ojos. Las miradas se cruzan, se acercan, lo ama, lo quiere, no va a dejarlo. Marina entra al ascensor. – contigo.

- No digas eso.

- Es la verdad…- Piero mira a otro lado, no quiere verla, sabe que no resistirá. 

- Me iré. – la mira a los ojos. – lo siento, me iré … y no quiero seguir hablando del tema. 

El ascensor empieza a moverse, los pisos empiezan a disminuir, está avanzando. Marina lo besa en los labios. Piero finge no inmutarse, pero le ha encantado. Se separan.

- No lo hagas más difícil…

- Déjame. – murmura Marina. Sostiene el rostro de Marina entre sus manos, con lágrimas en los ojos, con el corazón en la mano, con ganas de escapar en el alma, besa a Piero una vez más. Él acepta sus labios, su boca. La besa también, rodea su cintura. Está más enamorado que nunca. 

Las puertas del ascensor se abren, la gente de afuera los mira con ternura, como si supieran de esos siete días. Como si supieran de su historia. Marina se ruboriza, no acostumbra hacer este tipo de cosas en público, pero con Piero todo vale. Él la mira. La toma de las manos, salen. Y cuando puede recobrar el sentido, besa su frente, besa su mejilla, para continuar con sus labios. Marina sonríe, es lo que quiere. 

- Si ese imbécil te hace algo, estoy aquí…- la besa en la frente una vez más. Marina abre los ojos, entiende…él aún planea irse.

- Piero por favor, no te vayas…- le ruega. Nunca lo ha hecho. Pero Piero le importa más. – yo…yo te…

- ¿Tú? – espera con ansias esa palabra, aquella que podría hacerlo cambiar de opinión. Marina lo mira, es de pocas palabras, no sabe qué decir. 

- Te quiero. 

Prueba sus labios una vez más, tal vez la última vez. Repitiendo en su cabeza, Marina no te ama. No se lo ha dicho. 

- Te amo. – susurra él. Corre hasta la puerta, y deja a Marina petrificada adentro. Toma el taxi, la mira desde atrás…Marina llora, no sabe qué hacer, Piero sube al taxi, desaparece. Se va, la deja. 

Marina no tiene fuerzas en las rodillas. No tiene fuerzas para mantenerse en pié. Observa el jodido taxi irse del edificio. Mira hacia atrás, mira la hora, tiene que irse, continuar con su vida. Hoy se casa, repite en su cabeza. Se siente sola, se abraza sola, mientras sigue llorando, Piero le dolía. Que se fuera, que la dejara tan enamorada como nunca en su vida, que la dejara mientras…ella lo amaba. No sabe qué hacer, tiene dos caminos, dos salidas. O se deja llevar, o convierte su vida en un infierno.

7 días - Piero BaroneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora