- ¿Por qué me miras así? No voy a comerte. – Piero sonrió. Aquella frase…podía ponerlo a pensar.
- Ya sé. Tonto. – farfulló Marina. Miró una vez más la habitación, donde se quedaría por esa noche. ¿Cómo es que había llegado a aceptar? La idea le daba vueltas en la cabeza. – bueno…buenas noches. – sonrió.
- Debo cambiarme.
- Puedes hacerlo afuera.
- Esta es mi habitación.
Marina puso los ojos en blanco.
- Bien, como sea. Me voy.
- No, espera. – murmuró él. - ¿Por qué te vas?
- Porque no voy a quedarme mirándote, como tú lo haces conmigo.
Piero soltó una risa, de esas que llegaba a joder tanto a Marina.
- Yo no hago esas cosas. – se quitó la camisa. Con descaro. Ni siquiera un poco de vergüenza. Solo lo hizo. – Solo te vi y pensé…
- ¿Tú piensas?
- Mucho, nena.
- No parece.
- ¿Y tú, sí?
- Si vas a dejar que me quede en tu casa, entonces al menos podrías ser algo amable, ¿no?
- Soy muy amable, pero…puedo serlo aún más, solo si tú quieres. – aquel tono de doble sentido hizo que Marina enrojeciera. Él la miró de pies a cabeza. Sin un poco de culpa.
- Eres un pervertido. – se cruzó de brazos. Preciosa.
Él no dudo en colocarse la camiseta de dormir. Al menor porque ella estaba ahí.
- ¿Te parece? – le preguntó sincero. Queriendo saber de verdad…lo que ella pensaba de él, al menos por un momento.
Marina sonrió. Aún cruzada de brazos. No se atrevía a mirarlo todavía. No sabía qué era lo que temía…que las cosas terminen mal, o que cada uno termine por su lado. O peor aún, que los dos…No, era una cosa que ni siquiera se atrevía a pensar.
Lo miró de reojo. ¿Siempre tenía ese aspecto de recién levantado? , no podía negar que ese aire matutino le hacía ver guapo, guapísimo. Rió para sus adentros.
- ¿Cómo te llamas? – se atrevió a preguntar. Sin mirarlo, solo por curiosidad. Jaló las sabanas para taparse por completo, aquella pijama de ‘Bety boop’ podía ser buena para estaciones de verano.
- Piero. – sonrió él. De pronto empezaba a pensar que a ella en verdad le interesaba. Y probablemente era así.
- Ah.
- ¿Tú?
- Marina.
Silencio. Entre los dos. Él, sentado en el filo de la cama, de su propia cama…donde esa noche dormiría aquella vecina que empezaba a ponerlo a pensar, más de la cuenta.
- ¿Tienes novia?
- Para ti, no.
- Enserio. – sonrió Marina. Aquel comportamiento, esa actitud…no lograba entender por qué le gustaba tanto. Y no hacía nada para evitarlo.
- ¿Tú?
- Yo pregunte primero.
- Está bien, está bien… - le sonrió, al menos era la primera vez que reían juntos. – no. Supongo que a nadie le gustaría salir con un pervertido como yo.
- Estoy de acuerdo.
- ¿Y tú? – preguntó él. Dios… Marina era preciosa. Más de lo que imaginaba. Más de lo que creyó esa mañana en el ascensor. Sus ojos…aquellos ojos color Marina, combinaban con su sonrisa, preciosa, hermosa. Una luz se encendió en su corazón. Casi nunca era así. Pero tenía la esperanza de al menos…caerle bien.
- Sí. – murmuró ella. Con un brillo en los ojos, ese que aparecía cada vez que hablaba o se refería a Alex.
- Mnh… – susurró Piero. Fingiendo el desinterés más grande de su vida, nada que le afectara. – bueno, ya, te dejo dormir. Mañana te llevaré para que consigas una nueva llave y todo eso…- se puso de pie. Ni siquiera habían terminado de hablar bien. Aún no conocía ese sentimiento que después calificaría como ‘celos’, faltaba mucho…mucho aún.
- Buenas noches. – susurró Marina. Casi parecía inescuchable. Solo lo vio salir de la habitación. Sin saber que le pasaba. ¿Qué más da? Es el vecino. Se soltó el cabello, y sin pensarlo mucho, se dejo llevar por aquel sueño que venía rondando.
Ninguno de los dos volvió a molestarse por el resto de la noche, del día. Ahí había acabado lo que Piero, por su lado, había querido empezar. Algo que se convirtió en nada. ¿Pero por qué pensar en ella, y solo en ella? Si hay miles de chicas, millones, que no tienen novios y esas cosas. Que están solteras. La idea empezaba a parecerle ridícula…y pensar que por un momento había preferido a Marina entre tantas mujeres.
Esa noche durmió en el mueble, tumbado, sin saber que pensar. Solo quería dormir, despejarse. Ella tiene novio. Ella tiene novio. ¡Piero, ella tiene novio! …golpeó su frente. Y poco a poco, fue quedándose dormido.
Y, en ningún momento de la noche se puso a pensar… ¿Por qué lo había preferido a él? ¿Por qué no había corrido a los brazos de su novio cuando vio su puerta cerrada?
Sería algo que luego entendería.