Aproximadamente las 21:06 pm.
- ¿Qué miras? – preguntó Marina. Distraída en la cocina, pero aún así observaba como Carla, su mejor amiga, no dejaba de mirar la ventana lateral, la que daba hasta el otro departamento.
- Al hombre que tienes de vecino…-farfulló ella, sin dejar de observarlo por la ventana. Como siempre, no traía nada en el torso. Su cabello, despeinado, y una gran fila de músculos marcados se paseaban por su pecho.
- Ese idiota. - Marina negó con la cabeza.
- ¿Cuál es tu problema?, ¿lo has visto? A lo mejor y podrías presentármelo.
- Es poco para ti. – volteó a mirarla. - ¿te dije lo que paso hoy? , igual no vale la pena. Es un grosero.
- Me encanta. – sonrió la rubia. - ¡Ven, ven, mira! – se apresuró a llamarla. Cuando en un momento determinado las mejillas empezaron a colocársele rojas, tal y como un tomate.
- ¿Qué paso?
- Debo irme. – Carla rió un par de veces. Mientras cogía sus cosas, y corría hasta la puerta.
- ¿Por qué?
- Creo que me vio. – rió de nuevo, se despidió de Marina, rápido. – si te pregunta por mi le das todo lo necesario, ya sabes, correo y esas cosas.
Marina puso los ojos en blanco. ¿Qué le podía atraer tanto de ese tipo? , si era una bestia, un grosero, un tipo sin gracia. Observó como Carla salía de su departamento totalmente sonrojada.
Siguió con lo suyo. La música a alto volumen, ‘Only Girl’ de Rihanna, sonaba a todo volumen. Le gustaba distraerse por momentos, olvidarse de todo el estrés de la boda, y concentrarse en la música. Empezó ordenando la cocina, de un lado para otro…cantando aquella canción.
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Si la vista no le fallaba…era ella. Sonrió, al verla moviendo aquellas caderas que…debía reconocerlo, eran espectaculares. Esta vez no estaba con aquella ropa de mujer de negocios, como en la mañana, al contrario. Traía una pijama de ‘Betty boop’, roja de encajes negros. El cabello suelto.
Y sí, por supuesto que disfrutaba de aquella vista. Se cruzo de brazos, mientras la observaba por aquella ventana. Era mejor que cualquier otra cosa. Miró sus piernas, largas, provocativas. Negó con la cabeza. Ni siquiera la conocía…pero…vamos, era un hombre y ella…ella no estaba nada mal.
Se dedico a mirarla de nuevo, a disfrutar a la distancia de la buena vista que tenía en ese ángulo. Pero ella, ya no estaba.
El timbre de su casa sonaba insistentemente. Mierda, pensó. Se aclaró la garganta, mientras arreglaba un poco su cabello, por si…por si era ella.
Abrió la puerta.
- Tú, de nuevo. – farfulló Piero. De nuevo Marina ahí. De nuevo a punto de reclamarle algo. Fingió desinterés.
- Genial, ¿no? – ironizo ella. Piero sonrió. – solo vine a indicarte que dejes de mirarme por la ventana, amigo.
- Eres tú la que no deja de bailar, solo para que yo la mire.
Marina abrió más los ojos. Picada. Enfurecida. Aquel hombre lograba sacarla de quicio, por completo.
- No tienes que negarlo, nena. – sonrió Piero. Aquella sonrisa de nuevo. – alzas la música, bailas, juegas, y sabes perfectamente que tienes a un hombre que está al frente tuyo.
- No lo hago por ti, bestia. – le dijo enfurecida. – eres un idiota, un desubicado que…
- Que sabe lo que quieres.
Las mejillas de ella empezaron a enrojecerse. Más y más. No podía evitar estar tensa por aquella situación. Con él. Con Piero.
- ¿Me equivoco?
- ¿Por qué mierda te mudaste aquí? – farfulló ella. Se dio la vuelta, para darle la espalda. Era la fruta del pastel, lo último que la haría colocar más nerviosa de lo que ya estaba. – mantente alejado de mi, si no quieres que…
- Tú acabas de venir, muñeca.
- Deja de llamarme así.
- ¿Cómo lo prefieres?
- Que te calles.
Piero sonrió para sus adentros. Y pensó…jamás había estado en ese tipo de situaciones. Jamás había discutido tanto con una mujer. La miró caminar hasta su departamento, justo al frente de él. Era bonita, preciosa… ¿y por que la había tratado así? ¿Solo porque quería joderla? …había más. Quería escuchar como ella admitía lo que sentía, aunque no había nada.
Aún podía notar sus mejillas enrojecidas. Había logrado arruinarle la noche, y todo por sus malditos comentarios. Logró mirar de reojo como caminaba hasta su puerta…enfurecida por él.
Marina llegó a su puerta. Apretó fuerte la manija de aquella puerta, con la esperanza de abrirla. Oh mierda…maldijo para sus adentros. Otra porquería, otra maldición… ¿Qué más podía pasarle?
Busco en sus bolsillos las llaves de su departamento. En ninguno apareció. Gritaba para sus adentros.
- ¿Qué paso?
- ¿Te importa?
- Solo trataba de ser amable.
- No me jodas.
Piero dio unos cuantos pasos hacia ella. No podía creerse que esta vez la tenía muy cerca. Sintió su piel, tibia, cerca. Muy cerca.
- No tienes llaves, ¿verdad?
Marina se volteó a mirarlo. A pesar de las cosas, consecuencias, y demás…sintió aquella necesidad por abrazarlo. No supo por que, quizá y luego lo entendería. Tal vez se debía a su torpeza, tal vez y solo era el destino, jugándole otra mala pasada.
- No. – negó nerviosa. Y trato de no llorar, no mientras estaba al frente de él.
- ¿Me dejas ayudarte?
- Si no lo arruinas.
- No lo haré. – ironizó él. Hecho un vistazo a su departamento. Desordenado, nuevo, recién estrenado. Quería llamar su atención, al menos un poco. Quizá lo conseguiría. – si no tienes a donde ir - le dijo mirándolo a los ojos, por fin un momento de tranquilidad entre los dos. - quédate aquí. Conmigo.