Día seis - Parte dos

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Caminaba empapado por la misma lluvia. Que poco a poco se embarullaba con sus lágrimas. Joder, se sentía como un maldito bueno para nada. Un imbécil. La persona…sobrante. 

Después de aquella conversación que la madre de Marina...no quería ni siquiera recordar aquellas palabras que le habían herido en lo más profundo de su ahora débil corazón. Marina le dolía. Muchísimo. Era capaz de poner su mundo de cabeza. Y ahora lo estaba. Pero había algo en lo que aquella mujer lo había hecho entrar en razón. No podían estar juntos…¿a quién engañaba?... Marina tenían planes, una boda, un novio, un futuro. Y ¿él? Él solo aparecía para arruinarlo. Golpeó la pared próxima. Jodido. Jodido por el amor. 

Se había acostumbrado en tan solo 6 días al cariño de ella. A sus besos, los cuales tuvo que robar muchas veces. Y ¿ahora?, tenía que dejarla. Dejarla vivir su vida, dejarla cumplir aquel deseo de vivir con Alex. ¡Ella no merecía pasar por eso! No merecía humillarse por una boda cancelada…por él, por Piero. Otra lágrima se desplomó desde sus ojos. La decisión estaba tomada, y aunque sabía que nunca más en toda su vida se enamoraría de alguien como lo hizo con ella, prefería otro final, uno…en donde ella resultaba feliz con la persona que en verdad quería, no con él, pero al menos sería feliz. 

*******************

Marina esperaba a Piero en su departamento. Después de varias horas, él ni siquiera había llamado. Y por más que ella insistía, él no le tomaba importancia. Joder, una pequeña oleada de desconfianza se paseaba por su corazón. A ver hecho el amor con él…y de pronto desaparecía. 

La madre de Marina tocó la puerta principal.

- ¿Mamá? – saludó Marina, completamente sorprendida. Ella y su madre nunca tuvieron la relación que todos pensaban.

- ¿Creíste que me perdería tu boda? – le respondió esta. Como si nada. Cuando en realidad lo sabía todo. La abrazó. Marina sonrió incomoda. 

- No, claro que no. – dijo sin otra idea en la cabeza. Rebeca sonrió. 

- ¡Bueno! – suspiró sonriente. – debes estar muy nerviosa, ¿no es así?

- Mamá…no sabía que vendrías…- murmuró intentando cambiar de tema. Aún…no tenía claro que iba a pasar mañana, no después de a ver conocido a Piero. 

Rebeca sonrió una vez más, tomando asiento en una de las butacas. 

- ¿Te sorprende? 

- Un poco. Nunca me visitas.

- Cariño, ¡tu boda es mañana! – resaltó Rebeca una vez más. Marina cerró los ojos, girándose a la misma vez. Respiró hondo. Por primera vez, quería ser otra. La que era con Piero. 

El silencio de su hija se hizo estremecedor, Rebeca sabía el motivo, colocándose de pié, cruzó sus brazos. Era momento de poner las cosas en bandeja, tal y como eran, o como ella las crearía. 

- ¿Acaso no estás contenta?

- Sí, sí…- un nudo se formó en la garganta de Marina.

- ¿O es que no estás segura de casarte, linda? 

Marina se volteó a mirarla. Su madre no era así. Podía reconocer a kilómetros aquel perverso tono de voz. 

- ¿Mnh? – preguntó Rebeca. - ¿acaso has conocido a alguien de pronto? 

Marina abrió los ojos. El pulso le corría. Esto ya no era normal. 

- Mamá…

- ¿Crees que no lo sabía, verdad? – Rebeca levantó las cejas. – lo sé, Marina. Y agradece a Dios que sea la única que lo sepa en la familia. 

- No sé de qué hablas. – se negó Marina. Girándose. Su madre la interrumpió.

- El hombre de al frente…un rubio, alto, sin modales, un maldito sin vergüenza. ¿Piero? - Marina la miró sin abstenerse. No se pondría a llorar ahora. - ¿te das cuenta de lo que has hecho? Estas a un día de tu boda con el hombre perfecto, Marina por Dios. Alex lo tiene todo…- se acercó a ella, susurrando. – todo lo que tú necesitas.

- No me interesa. – negó. – me da igual, es mi decisión, ¿entiendes? Ya no soy una niña de doce, mamá, no soy la misma imbécil que tú criaste. 

- ¿Por él? – farfulló Rebeca. - ¿por él vas a dejarlo todo?...¿te has puesto a pensar donde está ahora? 

Marina se volteó. Una palabra más respecto a él, y se pondría a llorar. 

- ¿Te ha llamado, acaso? – dijo fuerte y claro. Sujetó su bolso, miró a Marina, victoriosa. – tal vez ni siquiera le importas, y tiene razón, ¿a quién va a importarle una pequeña aventurilla de adolescentes? – joder. Las lágrimas de Marina salían sin parar. – velo de esta manera, él ya está pensando cómo se debe, ahora tú, concéntrate en lo real. – caminó hasta la puerta, Marina limpió sus lágrimas rápidamente. – te espero en la tarde, tienes que probarte el vestido. – farfulló su madre, cerrando la puerta principal, mientras adentro de ese departamento, Marina ya no sabía ni siquiera como sostenerse en pié. No sin él.

7 días - Piero BaroneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora