Dia dos

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4. 56 pm. 

- Te estuve llamando anoche, pero nada.

- Lo sé, no tienes idea…la puerta se me cerró, y no traía llaves. Tuve que llamar a Carla. – mintió. ¿Cómo explicarle que en realidad había pasado la noche en el departamento de Piero?

Marina sonrió. Tratando de ocultar sus nervios. Alex la besó en los labios, sin perder el control del timón. 

Piero se paso algunos carros, algunos semáforos. ¿Qué más da? En New York nadie reclamaba nada. Venía distraído con aquel lazo de cabello-ceda pura- que traía en las manos, jugando con él. Reconocía el olor, rosas…con una mezcla de perfume de melón. Era de ella.

Mierda…y pensar que quería volver a verla. Otra excusa para poder escuchar lo que tenía para decirle. Sonrió al recordar lo que anoche había pasado. Sonrió al recordar lo nerviosa que se había puesto con tan solo mirarlo.

Marina miró por el retrovisor. El auto de Alex conducía prudentemente, mientras que otro auto pasaba a los demás en tan solo segundos. Cerró y abrió los ojos, no podía creer a quien veía… ¿alucinaba? …¡no podía alucinar con él! …¡No con Piero!

- Genial.

- ¿Qué pasa?

- Nada, es…- miró de nuevo el retrovisor. Era él. Sí, era él. Aquella cazadora de cuero lo hacía ver sacado de una película. Marina puso los ojos en blanco. Lo había reconocido.

- ¿Quién?

- Nada, no vale la pena.

Alex se inclinó para observar de quien se trataba. No pudo ver nada, a pesar del intento. Marina cerró la luna, polarizada. Mientras dejaba pasar el momento. Pronto se iría. Para su mala suerte, no fue así. 

- ¿Marina? – escuchó afuera del auto. El semáforo en rojo, y él auto de Piero a su costado. Mierda, pensó. – vaya, eres tú.

- ¿Qué quiere? – preguntó Alex, tratando de entender al menos un poco de lo que sucedía. ¿Qué pasaba entre ese tipo y su novia?

- Nada, solo vine a dejarle esto…- estiró la cinta entre sus manos. Mientras Marina miraba de reojo de que se trataba. Quiso morir. Que la tierra se la tragara. – No sé donde va esto…- bromeó. – pero se le quedo, en mi cama, hoy antes de irse de mi departamento. – sonrió. Fresco.

Observando cómo Marina enrojecía. Quería eso. Y sentía cierta satisfacción por saber que el tipo de al costado era su novio.

- Nos vemos. – aceleró el auto, y corrió a la máxima velocidad. Para entonces el semáforo ya estaba en verde.

7 días - Piero BaroneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora