Día cuatro

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Marina se pegó al borde su puerta. Justo al frente…tenía la de Piero. No se podía creer que no había sabido nada de él por todo un día. Y lo peor, le había parecido una jodida semana. 

Se moría de ganas por tocarle la puerta, saber de él, escucharlo, mirar sus ojos, poder percatarse por al menos un momento…de que todavía la quería. 

- ¿Piero? – preguntó cerrando los ojos, cruzando los dedos como un niña pequeña. Pegada a la puerta de Piero. Tocó un par de veces. - ¿estás ahí? – murmuró. Tenía miedo. Y ni siquiera se ponía pensar por qué. – necesito hablar contigo… 

Espero a que él respondiera, alguna señal de que él no estaba lo suficientemente molesto. 

- Piero…por favor…solo dame un minuto…- finalmente tardó un poco en darse cuenta de que hablaba sola. Tocó dos, tres, cuatro veces. Fuerte, despacio. Pero él…no estaba. Maldijo para sus adentros. ¿Otro día más sin verlo? Sin contar con que estos parecían semanas…jodidas semanas que pasaban lentamente. Un nudo se formó en su garganta. No se podía creer que hasta tuviera ganas de llorar. Pegó su cabeza a la puerta. Con los ojos húmedos…otra señal de que lo que sentía por Piero, era más que un simple gusto. 

Un hombre, probablemente tenía la misma edad de Piero, se apareció en el ascensor. Fijó claramente su mirada en el departamento de Piero. Marina retomó la compostura. 

- ¿Ahí vive Piero Barone? – preguntó mirándola. Aquellos tatuajes en el brazo, y perforaciones por todos lados, le hacía pensar muchas cosas.

- Sí, sí…- murmuró. – pero no hay nadie ahí. – dijo casi sin ruido alguno. Como le hubiera gustado que fuera diferente.

- Mierda…- susurró Ignazio. Miró su reloj, una buena imitación de un ‘Rolex’. – Pensé que me esperaría…

- ¿Usted sabe dónde está? – preguntó ella. Algo que fue totalmente inevitable. Necesitaba saberlo. Quería saberlo. 

Ignazio la miró un par de segundos. Sin respuesta. Si se la daba…podría ocasionar problemas. 

- Tengo que irme. – se excusó. A punto de irse. Marina lo detuvo. 

- ¿Lo sabe? Es que…necesito hablar con él, es…es muy importante.

- ¿ Marina, verdad? – le preguntó Ignazio, y sí…valla que la conocía. Después de lo que Piero le había contado de ella. De lo mucho que le hablaba siempre desde el primer día. Marina lo miró extrañado.

- Sí.

Ignazio sonrió.

- Tengo que irme…

- Espera, aún no me dices donde está. – y de verdad, ahora tenía ganas de romper a llorar. Ignazio se estiró, despeinando su cabello, no sabía qué respuesta darle. Pero sin embargo esta calló por si sola del bolsillo de su pantalón. 

Marina leyó con atención lo que ahí decía. ‘The Run’…su corazón se encogió por sí solo al leer lo demás. Ignazio se inclinó, rápido, aunque no tanto, a recoger el anuncio. 

- ¿Qué demonios es eso? – preguntó. Pero Ignazio fue más rápido al salir corriendo de ahí. Marina también bajó las escaleras. A fuera del edificio un ‘Peugeot 208’ estaba estacionado, con los faroles encendidos, alguien estaba adentro. 

Ignazio entró rápido al auto, sabía que Marina venía tras él. Gianluca lo miró desentendido. 

- Vámonos. – dijo encendiendo el auto. 

- ¿Y ella? – preguntó Gianluca, al ver a Marina.

Ignazio maldijo para sus adentros, sabía que Piero lo mataría por esto. 

- Dime que Piero no va a hacer eso…- murmuro Marina . Al llegar a la ventanilla del asiento de Ignazio. Las lágrimas ya se encontraban brotando por sí solas. Piero le importaba, y muchísimo. 

- Marina es…es solo una competencia de autos…- le dijo, al menos para calmarla. Aunque igual no ayudaba. La carrera era ilegal. Y hasta él mismo sabía que Piero podría terminar herido. 

- Quiero ir. – dijo decidida.

- No se permiten mujeres. 

- No me jodas y ábreme la puerta. – le dijo nerviosa. Y valla que Ignazio entendió porque Piero se moría por esa mujer, es que…era perfecta. 

- Piero estará bien. – le dijo de nuevo, en un intento fallido de calmarla. 

- Dime donde es, iré por mi cuenta.

- Es peligroso…mierda…Piero va a matarme…- quitó los seguros del auto. – sube.

7 días - Piero BaroneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora