Día seis

914 49 0
                                    

La luz del sol traspasaba lentamente el rostro de ella. Suave, delicado, abrió los ojos, sintiéndose atrapada en un cuento de hadas, que nunca había pensado vivir. La humedad de sus ojos, volviéndose amargos, la hicieron conocer la verdad, apretó sus manos, nerviosa, no podía creerlo, esa persona, la que tenía al lado, con la cual había pasado la noche, era Piero.

Lo vio dormir. Su torso subía y bajaba con suavidad, dormía. ¿Qué había hecho? , tenía la respuesta, pero le costaba afrontarla. Por fin, y por primera vez, había seguido sus instintos. Como una adolescente. Ella nunca había probado una gota de libertad, nunca había gozado al sentirse así.

Estaba desnuda, arropada por sus brazos, que rodeaban su cintura bajo las sábanas. Cerró los ojos, aún sentía los labios de Piero sobre los suyos, como un sueño, un sueño que ahora podía hacerse realidad. Lo único que quería hacer ahora era llorar. Profundo. Lento. Lo que había hecho estaba mal. Había hecho el amor con él...con Piero, y Marina...Dios, ella iba a casarse.

Miró su rostro, acariciándolo, mientras besaba con delicadeza su mejilla. No se lo podía creer, era otra, en el mismo cuerpo, pero diferente a la vez. Diferente con Piero.

- Hola...- murmuró él. Sintiendo levemente los besos de Marina sobre su mejilla. Abrió los ojos. Encontrándose con ella de nuevo, sus ojos, húmedos, no había dejado de llorar desde anoche, por él, por aquel miedo que solo desaparecía cuando estaban cerca.

Marina le sonrió.

- Buenos días. - dijo con la voz entrecortada. Un par de segundos, sintiendo sus labios, un par de segundos donde Marina podía sonreír.

- ¿En qué piensas? - le preguntó él. Besando su hombro. Marina bajó hasta llegar a la altura del torso de Piero, se acurrucó en él.

Marina lo besó en los labios, dejando de pensar por un momento, dejando las cosas a un lado concentrándose en los labios de Piero, y en lo mucho que...en lo mucho que lo amaba.

- Te amo. - le dijo, sintiéndose con la fuerza total como para gritarlo.

- ¿Tú a mí? - sonrió él. Jugando con el cabello de Marina.

- Yo a ti.

Él sonrió de nuevo, no podía evitar sentirse como un niño cuando Marina le decía 'te amo'. Un niño, junto aquella chica con la que había soñado desde hace mucho, un niño que vigilaba a su vecina por la ventana y rogaba porque ella volteé a verlo. Un niño que sabía que la chica de sus sueños tenía un novio, probablemente mejor que él en todas formas, pero que ahora, sabía que nadie podía hacerla más feliz que él. Un simple niño.

Ella enredó las sabanas en su cuerpo. Risas, y más risas entre los dos. Un par de besos, amor, como nunca, pero como ahora. Se encerró en el baño, dejando caer el agua, Piero sonrió. ¿Cuándo es que empezó a ser tan feliz? , podía recordarlo, hace tan solo 7 días. Sonrió. Una pequeña y dulce sonrisa que provocaba a cualquiera.

El teléfono de Marina empezó a sonar insistentemente, y al parecer, ella no se había percatado. Piero lo miró distante. Observó la pantalla. Alex, joder...su prometido, su novio, pero no podía negar que ahora Marina era suya, y de nadie más. ¿Qué demonios estaba a punto de hacer?...apretó el contestador. Con todos los celos puestos en el cerebro. No, no había pensado. Simplemente contestó sin esperar lo que vendría luego.

- ¿Hola? - respondió Piero con los ojos cerrados. Se llenó de fuerzas.

- Mi hija está contigo, ¿cierto? - una voz femenina se escuchó desde la otra línea. Sin rodeos. Piero endureció los pómulos, ¿a qué habían llegado sus celos? - responde.

- Marina dejo su teléfono.

- Escucha amigo...- murmuró ella. - quiero hacer un simple trato contigo. - un pequeño silencio se escuchó entre los dos. - ¿eres el vecino verdad?

Piero cerró los ojos. ¡Mierda! Él y sus impulsos, de no a ver contestado...

- ¿Quiere hablar conmigo?

- Ahora mismo.

7 días - Piero BaroneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora